Por qué iremos a votar el 18-D

EL MUNDO 19/09/16
F. JIMÉNEZ LOSANTOS

HAY SÓLO dos razones para que pasados estos días vascogallegos nos convoquen a votar el 18 de diciembre, en las terceras elecciones generales consecutivas con expectativas muy similares de bloqueo a las que ya hemos padecido dos veces, en las investiduras fallidas de Sánchez y de Rajoy, ambos apoyados meritoria e inútilmente por C’s para formar ese Gobierno que en todas las encuestas reclama la gran mayoría de los españoles. Pero aunque fueran todos, menos dos, si esos dos se llaman Rajoy y Sánchez, se bastan y sobran para hacernos votar otra vez. Esas dos, las de Marianono y Pedronono, son las únicas, personales e inapelables razones por las que, salvo improbable ataque de generosidad de Rajoy o aún más improbable ataque de talento de Sánchez, dentro de seis días, contados los votos de Galicia y el País Vasco, quede claro en qué consiste técnicamente la crisis de la democracia española: mientras un candidato sea incapaz de lograr una mayoría de apoyo pero conserve una mayoría de veto en el Parlamento, no habrá Gobierno hasta que los votantes nos arrepintamos de un intolerable capricho: que los políticos pacten y dejen de soñar con su mayoría absoluta.

Los partidos políticos han corrompido el sistema representativo hasta tal punto que bastan dos personas, poco apreciadas en las encuestas y en sus propios partidos, para convertir su dominio de las listas electorales en una votación sin fin, con los ciudadanos convertidos en cobayas hasta ver cuándo se agotan de votar a cuatro partidos y vuelven a votar a dos. Es indudable que bastaría que Rajoy ofreciera otro candidato del PP para que ese Gobierno que dice tan necesario se formara. Y bastaría que Sánchez se abstuviera y dejara gobernar un año a los 170 diputados de PP, C’s y CC, reservándose una moción de censura si fracasa, para que en octubre hubiera Gobierno y hasta el PSOE tuviera un líder de fuste. Pero la lógica interna, despótica y caudillista, de los partidos, lo hace imposible. Rajoy quiere elecciones el 18-D porque el PP ya lo ha proclamado candidato y espera mejorar algo su resultado; y Sánchez, técnicamente igual: será el candidato del PSOE, al margen del resultado, mientras no haya tiempo de buscar otro. Parodiando a Nietzsche, podríamos decir que el bipartidismo ha muerto, pero llevamos su cadáver sobre las urnas.