Los reclusos por yihadismo son ya 115, un 55% más que hace un año

ABC 10/10/16

· Las cárceles controlan a otros 111 islamistas que ingresaron por otros delitos

El número de presos relacionados con el yihadismo que están recluidos en las cárceles españolas asciende actualmente a 226, la mitad de los cuales están directamente condenados o procesados a la espera de juicio por pertenencia o algún tipo de vinculación a grupos asociados con el terrorismo islámico.

Yihadismo autóctono
La mayoría de los internos yihadistas son marroquíes (52), pero son seguidos a muy poca distancia por españoles, en total 48

De acuerdo con el cómputo oficial correspondiente a la primera semana de octubre, son exactamente 115, un 55% más que los contabilizados en agosto del año pasado, lo que revela un importante crecimiento de la presencia del extremismo islamista en los centros penitenciarios, resultado de la eficacia policial y de una legislación a la vanguardia de Europa –particularmente contenida en la reforma del Código Penal que entró en vigor en julio de 2015–, que permite cortar la cadena de radicalización de forma muy temprana. En cuanto a la procedencia de estos hombres y mujeres, destaca que 52 de ellos son marroquíes y 48 españoles, lo que certifica la existencia de un yihadismo autóctono.

Convenientemente repartidos en diferentes cárceles, separados, controlados en sus comunicaciones, visitas y relaciones, estos presos ejercen un reconocido liderazgo entre el resto de reclusos, que aprovecharían para conseguir mayores y más fuertes adhesiones a la causa islamista. Así, es en su órbita donde se identifican otras dos categorías de internos islamistas, que están entre rejas por delitos ajenos al yihadismo, pero en los que se aprecian conductas «afines al terrorismo radical».

Son, por un lado, 33 «musulmanes integristas» (104 en agosto de 2015) que actúan como «colaboradores» instrumentales de los líderes en la tarea de captación, –para lo que pueden utilizar la amenaza y la violencia– y, por otro, 78 individuos «reclutados y radicalizados» (8 también en agosto de 2015), cuyo resentimiento contra Occidente y personalidad manipulable invita a pensar que pueden evolucionar desde una interpretación fundamentalista del islam a la justificación de la violencia, y de ahí a la práctica de la yihad.

En total, la población en las cárceles enmarcada en el terrorismo islamista y su entorno suma 226 hombres y mujeres, un 21% más en conjunto de los 186 que se registraban hace poco más de un año.

Programa de prevención
Estas cifras y su categorización son resultado de la aplicación en las cárceles españolas del seguimiento y vigilancia previsto en el «Programa de prevención de la radicalización en los establecimientos penitenciarios» del Ministerio del Interior, dentro del que se han monitorizado en los últimos años a miles de internos con el fin de impedir que las prisiones puedan convertirse en nidos de yihadismo. La alarma al respecto saltó hace mucho tiempo, cuando se constató que cinco condenados por la llamada operación Nova –practicada en 2004, poco después del 11-M, contra una célula que quería volar la Audiencia Nacional– llegaron a planear atentados desde sus celdas. Y es que el trabajo de Prisiones ha sido clave en varias importantes operaciones antiterroristas.

El método de trabajo empleado en los centros penitenciarios para detectar radicalizaciones incluye la observación permanente de indicios: desde presos que se entregan más intensamente a la oración hasta los que exigen no ser tocados por funcionarios no musulmanes, pasando por los que piden dieta vegetariana para evitar comer cerdo. Según fuentes de máxima solvencia, un interno llegó a coserse los párpados en señal de protesta para exigir que no contaminaran su plato con alimentos no adecuados para el islam.

Ante la presencia de fanatismos, expertos en Prisiones han advertido que uno de los factores que facilitan el desarrollo del proselitismo en las cárceles es la «tolerancia y permisividad» que existe dentro de ellas como resultado de «interpretaciones flexibles de la libertad religiosa».

Presos islamistas, tras los atentados en Bruselas: «Dios está con nosotros»

· ABC desvela los comportamientos en la cárcel de algunos de los principales jefes yihadistas, reclutadores y radicalizados dentro de la prisión

El hombre, de edad avanzada y larga barba, está considerado como uno de los presos yihadistas más peligrosos de España, y también de Europa. ABC no está autorizado a desvelar su identidad, ni siquiera dónde cumple condena en una celda de aislamiento, pero su rostro ha protagonizado noticias en todos los medios de comunicación. Desde que ingresó en prisión en 2014 tras ser detenido en Melilla por agentes de la Comisaría General de Información de la Policía, acusado de ser uno de los mayores reclutadores de muyahidines para las filas de Daesh, no ha cambiado un ápice ni su actitud ni sus intenciones. Es más; en cuanto puede, intenta entrar en contacto con otros presos yihadistas y si alguien discute sus ideas radicales, no duda en emplear la violencia…

Alegría por la sangre inocente Presos islamistas encarcelados en España celebraron los atentados de París y Bruselas y dijeron estar «de luto por la muerte de nuestros hermanos», los asesinos Manipuladora Una de las mayores reclutadoras encarceladas intenta pasar inadvertida y da señales de estar adaptada para continuar con su actividad terrorista en su módulo

Este individuo es el ejemplo paradigmático de preso yihadista clasificado por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias en el Grupo A, en el que se encuadran los más peligrosos de cuantos están ingresados en las cárceles, muchos de los cuáles arrastran largas condenas. A pesar de su edad, ha llegado a agredir a algún compañero de celda simplemente por hacer comentarios contrarios al yihadismo, lo que le ha valido la imposición de sanciones. Las coacciones a otros internos, además, no han sido solo físicas, sino también psíquicas, algo sencillo para este sujeto que, a pesar de ser prácticamente analfabeto, se ha revelado con un gran manipulador.

Desconfiado
Según consta en los informes que reflejan su comportamiento, se trata, además, de un individuo profundamente desconfiado, tanto en el trato con presos que no están en su órbita como con los funcionarios, respecto a los que mantiene una actitud lo más distante posible. Por el contrario, se las arregla para intentar entrar en contacto con otros internos yihadistas del centro penitenciario en el que está ingresado. Por descontado, guarda de forma escrupulosa un discurso religioso radical y cumple estricta y rigurosamente con los rituales islámicos, entre ellos el de rezar cinco veces al día.

Como todos los presos que están encuadrados en este grupo, este terrorista sigue con enorme interés las noticias que hacen mención a las acciones del Daesh en diferentes partes del mundo, y sus comentarios al respecto son considerados muy significativos. Entre ellos, consta que demostró su satisfacción por la situación que se vive en el Yemen y en algún momento se le oyó vaticinar, visiblemente satisfecho, que «los hermanos van a conquistar ese país». Al igual que ocurría con los terroristas de ETA, cada vez que la banda perpetraba un asesinato, este individuo ha celebrado con indisimulado júbilo algunas de las matanzas perpetradas por fundamentalistas islámicos en Europa.

Seguidor de la actualidad
Así sucedió, por ejemplo, con los asesinatos de los periodistas franceses de la revista «Charlie Hebdó» en enero de 2015 y el posterior secuestro en un supermercado judío de París, protagonizados ambos por yihadistas. Por el contrario, cuando los criminales, –los hermanos Chérif y Said Kouachi y Amedy Coulibaly– fueron abatidos por las Fuerzas de Seguridad gala, verbalizó nítidamente su pésame con la frase «estoy de luto por la muerte de mis hermanos». Más recientemente, en marzo de este año, cuando se produjeron los salvajes ataques de Bruselas en los que murieron una treintena de personas, se alegró y dijo: «Dios está con nosotros».

Este jefe terrorista, maestro de reclutadores que durante muchos meses trajo en jaque las policías de varios países europeos, también sigue los acontecimientos en España. Especial disgusto le produjeron las operaciones Javer y Kibera. En la primera, de mayo de 2014, la Policía y la Guardia Civil detuvieron a seis yihadistas en Melilla. La célula estaba dispuesta a pasar de la captación y envío de terroristas a zonas de conflicto como Mali, Libia o Siria a crear una estructura estable en Melilla y Nador.

En la operación Kibera fueron arrestadas siete personas, cinco de ellas en España. De los que lo fueron en nuestro país y a manos de la Policía, cuatro eran mujeres, entre ellas una menor de edad, y un hombre. Las detenciones se practicaron en Melilla, Ceuta y Barcelona. Todos ellos están acusados de formar parte de una red internacional en la que cada uno de ellos desempeñaba un rol concreto de captación, reclutamiento y envío de mujeres jóvenes al frente sirio-iraquí.

Los responsables de Instituciones Penitenciarias mantienen un control absoluto sobre este individuo concretamente y sobre otros como él, y toda la información que se obtiene es puesta en conocimiento de las Fuerzas de Seguridad y los servicios de Inteligencia, lo que ya ha aportado importantes resultados operativos.

Pero en las prisiones españolas no hay solo jefes yihadistas hombres, sino mujeres que han comenzado a tener un papel protagonista. Es el caso de una detenida por la Comisaría General de Información de la Policía en Lan-

zarote y cuya imagen, vestida con niqab y custodiada por dos agentes, generó gran impacto. Está acusada de pertenecer a Daesh y realizaba a través de las redes sociales labores de reclutamiento de mujeres para su envío a zonas de yihad, a las que incluso proporcionaba los contactos para hacer el viaje.

En su módulo intenta asumir el liderazgo y, según las observaciones realizadas por los funcionarios, en alguna ocasión ha dado órdenes a hombres, que siguen sus instrucciones.

Aún en la cárcel, mantiene que la idea del califato y de cómo se llega al mismo debe ser la aspiración de todos los musulmanes, y que cuando se alcance ese objetivo, las mujeres deben interiorizar su papel de esposas, madres y educadoras de muyahidines. Entretanto, practica actividades terroristas de reclutamiento.

En prisión viste con túnica y pañuelo, aunque es considerada peligrosa por su camaleonismo, su intención de pasar a menudo inadvertida, probablemente porque piensa que así es más fácil desplegar su actividad de manipulación hacia otras internas y de proselitismo.