Primarias ‘sine die’

EL MUNDO 23/01/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

LA CARRERA del PSOE por la Secretaría General del PSOE ha empezado ya. Los dos primeros candidatos son, como se sabe, Patxi López y Susana Díaz, el primero desde la calle Coscojales de Portugalete, donde vio la primera luz del socialismo y la segunda desde el Palacio de San Telmo, que tiene menos tirón proletario, pero más glamour, se mire por donde se mire. Aunque su candidatura no haya pasado todavía de oficiosa, ya se ha llevado sus primeros zascas, que es la herramienta básica de la controversia en la era Twitter y su «no es no», que es el bit del pensamiento sanchista.

A falta de que se arranque Pedro Sánchez, los dos han empezado sus campañas cruzando los primeros tópicos coloquiales, puro bullshit. Susana ofrece diseñar «un proyecto potente para España». Patxi, más prudente, promete «reconstruir el partido y poner fin a las batallas fratricidas». Pedro no ha empezado, quizá porque le quedó tarea pendiente en su último viaje a EEUU. El pasado mes de noviembre anunció un viaje de tres días a Washington para impulsar la campaña de la candidata demócrata: «Todos/as con Hillary». Los más avisados de su partido, y aun de otros, hicieron saber que los dos candidatos estarían haciendo campaña en Nueva York.

Lo de Washington debía de ser una querencia. En enero de 2015 hizo un viaje al distrito de Columbia con el fin de tener contactos de alto nivel, explicar su programa económico para gobernar España y dar una conferencia en la Universidad George Mason. Aquello no tuvo lugar porque el entonces secretario general se perdió en el callejero del distrito de Columbia, que, al parecer, es algo más complejo que la calle Coscojales y aledañas. El rector de la Universidad citada, que lo esperó en vano, dejó constancia de su perplejidad, ante alguien capaz de gobernar un país pero que no era capaz de operar un GPS.

El hombre no tuvo la suerte que sí había tenido José Blanco cuando apoyó, desde la discreción y la distancia, a Barack Obama en las elecciones de 2008, pero a Sánchez aún le queda tarea por hacer. Lo explicaba en Twitter después de la toma de posesión por el presidente inadecuado: «Desde el fortalecimiento del socialismo democrático y de las fuerzas progresistas podremos frenar a la ultraderecha que hoy lidera Trump».

Así está el tema. Sánchez es el peor de los tres candidatos, aun diría más, el peor de los candidatos posibles, pero no se merecía el maltrato de López: el consejo de dimitir de su cargo de diputado, la única plataforma que le proporcionaba algo de visibilidad con la promesa de apoyarlo, para después presentar él su candidatura y animar al ex secretario general a sumarse a ella y mostrar su incomprensión por el razonable mosqueo de su ex líder, probablemente lo único razonable que ha hecho el hombre en los dos últimos años. Y proporcionar un titular a El Correo que cualquier aficionado taurino calificaría como el pase del desdén: «Pedro Sánchez no debería estar dolido conmigo, ahora toca un tiempo nuevo». Admirable, debo reconocerlo yo que fui de los primeros en extender el certificado de defunción política al pobre Pedro: «Este chico no vale» y «Pedro Sánchez está muerto, políticamente hablando, aunque él todavía no lo sabe».

Lo mejor que podría pasarle al PSOE en circunstancias como las que atraviesa es aplazar las primarias sine die, convertir en permanente la provisionalidad de la Gestora e inventar un estatus que pudiera cuadrar a Javier Fernández, el único líder capaz de expresarse hoy en ese partido con lenguaje político articulado. Sería la menos mala de las opciones posibles.