PSOE (ps)

LIBERTAD DIGITAL  21/06/17
JOSÉ MARÍA ALBERT DE PACO

· Con Pedro Sánchez, el PSOE inaugura otra tradición: la del memo orgánico colectivo.

Gramsci acuñó el concepto de intelectual orgánico para designar al actor social llamado a construir el discurso de la clase dominante, nomenclatura en el que se inspiraría Vázquez Montalbán para referirse al partido, huelga decir que comunista, con el nombre de «intelectual orgánico colectivo». Con Pedro Sánchez, el PSOE inaugura otra tradición: la del memo orgánico colectivo. No ya porque la nueva responsable de Internacional, Iratxe García, despidiera a Helmut Kohl en Twitter como ese «gran socialdemócrata», o porque la vicesecretaria general, Adriana Lastra, urgida en la radio por Arcadi Espada a decir qué cambio concreto aportaría la plurinacionalidad, balbuciera «Hum, es que esto es muy complejo». Esas trazas eran ya reconocibles en los tiempos de Aído, Maleni y Pajín, quienes, siquiera por contraste, confirieron rango de estadista a Teresa Fernández de la Vega. (El hecho de que todas sean mujeres, por cierto, debería alertar sobre los efectos, obviamente perversos, de la discriminación positiva).

Además, en fin, de la vergüenza ajena que provoca semejante plantel de lumbreras (empezando, claro está, por la que más reluce, esto es, el secretario general), el PSOE no tiene otro objetivo que echar al PP de las instituciones, en la convicción de que su oponente carece de legitimidad democrática por ser de derechas. En parte, ese obsceno sectarismo es el que ha llevado a la desbandada de los dirigentes históricos (cuyo sectarismo, particularmente el de González, gozaba al menos de cierto donaire), con la sola excepción de Josep Borrell, cuyas atinadas críticas al nacionalismo palidecen ante su afán de venganza contra quienes le defenestraron, pues tal parece su único designio.

El buen hacer de Javier Fernández al frente de la gestora alimentó la esperanza de una refundación de la socialdemocracia española, pero su negativa a liderar el proyecto y, por qué no decirlo, la irresponsabilidad de la gran mayoría de los militantes socialistas abrieron la puerta al fundido en negro al que asistimos, a la implosión de un partido al que, obligatoriamente, deberá nombrarse con la rémora «de Pedro Sanchez», a semejanza de esos grupúsculos marginales de la izquierda que, entre paréntesis, daban orgullosa cuenta de su extravío.