Publipopulismo

ABC 29/05/17
IGNACIO CAMACHO

· El populismo de Sánchez es una técnica publicitaria. Ha reorientado su discurso político para adaptarse a la demanda

LA nueva etapa de Pedro Sánchez al frente del PSOE anuncia de entrada una consecuencia buena y otra mala. La buena es que puede cortar la progresión de Podemos como referencia principal de la izquierda española; la mala consiste en que a cambio se va a producir una podemización de la socialdemocracia. En realidad se ha producido ya, al menos en una primera fase, y su manifestación inicial ha sido el propio desenlace de las primarias. El triunfo de Sánchez plasma una voluntad populista de caudillaje plebiscitario, mensajes emocionales y narrativas apocopadas. El populismo

bonito que dice el profesor Javier Redondo; la falsa investidura de la militancia.

Con ese bagaje y lo que parece haber aprendido de su derrocamiento, el nuevo líder socialista puede desequilibrar la actual correlación de fuerzas. Su objetivo es el de establecer respecto a Podemos una distancia similar a la que el PP mantiene con Ciudadanos; romper la tendencia al empate para volver a encabezar con claridad la izquierda. Está lejos de eso pero si sabe aprovechar el impulso podría comenzar a abrir brecha; hay muchos antiguos electores socialistas que no acaban de soportar a Pablo Iglesias y desean regresar a su voto de siempre en cuanto encuentren un motivo de vuelta. Ahora se sienten optimistas porque ven en la victoria de Sánchez una determinación clara de expulsar del poder a la derecha.

El rumbo que va a tomar el PSOE implica una renuncia expresa a captar votantes moderados. Los sanchistas piensan que desde la aparición de C’s ese sector ya no está en su bando, o en todo caso no es significativo porque sus tradicionales sectores de apoyo se han radicalizado. En esta campaña interna han preparado al partido para un cambio de modelo y de estructura que se aproxima al de los populistas y trata de arrebatarles parte de su espacio. Sánchez no es un político con capacidad prescriptiva de marcar caminos pero sí tiene intuición para detectar la demanda y diseñar a su medida programas y postulados. No actúa como un ideólogo sino como un publicitario.

En esa deriva de populismo autoinducido saldría perdedor seguro si no fuese por la inmadurez adolescente de Podemos. Pero le benefician las aristas del perfil de Iglesias: la superficialidad, la obsesión narcisista, el ego. Y tiene la ventaja de que las primarias han agrandado su figura, le ha construido un personaje por encima de sus flagrantes defectos. Incluso han difuminado por ahora su imagen de perdedor y su manifiesta ausencia de proyecto. El hombre de los mil fracasos ha reemergido ante los suyos como un prometedor líder en crecimiento; un hijo de la volátil política posmoderna que no funciona por ciclos sino por momentos. Está por ver, sin embargo, que toda esa repentina aureola de demiurgo baste para otorgarle la cualidad que hasta ahora no ha demostrado: el pensamiento estratégico de luces largas. El talento.