EL MUNDO-JORGE BUSTOS

El Doctor Sánchez es un hombre que inhibe las emociones para que no estorben a su ambición, lo cual dificulta el traslado de su genuina catadura a los lectores. Pero hay que seguir intentándolo. Apunten un gesto revelador: cuando la nube de fotógrafos se arremolina frente a su escaño, el Doctor toma la pluma, levanta un papel con la mano izquierda y hace como que escribe con la derecha, forzando un rictus de abisal concentración. Pero la pluma no se mueve. Ni siquiera plagia un garabato infantil para dar pena en Instagram: nada. Aguanta la pose 10 segundos: uno, dos, tres… el hieratismo es perfecto, con una solemnidad de cariátide. Hasta que Ana Pastor reanuda el pleno y él se dispone a contestar a la oposición preguntándose si, una vez hechas las fotos, no será todo lo demás una pérdida de tiempo. «Si yo, que soy el presidente del Gobierno, no soy diputado, ¿qué importancia puede tener esta Cámara?»

Después del trile bananero de la víspera, yo confieso que acudía al Congreso más que nada para comprobar que seguía abierto. Que el Doctor todavía no lo ha cerrado. Los pretorianos del sanchismo–qué bochornoso destino, exclaman los pianistas de burdel– se apresuran a añadir: «¡Oiga, que el PP también coló reformas de calado en textos ajenos con la tramitación avanzada!» Lo hizo, con abrumador respaldo en las urnas, pero lo hizo, para su vergüenza. Ahora bien. Lo que no ha hecho nadie nunca es sustraerse a los contrapesos democráticos de la Mesa del Congreso y del Senado por la razón de que allí no manda él; lo que no ha hecho nadie nunca es parasitar el consenso político que suscitan las mujeres maltratadas (el único que queda) para colar sus Presupuestos, es decir, para concederse unas semanas más en Moncloa fabricando humo de colores; lo que no ha hecho nadie nunca es burlar el Poder Legislativo porque los españoles no le han votado lo suficiente; lo que no ha hecho nadie nunca es deformar los límites constitucionales para apuntalar esa herejía del socialismo que es el sanchismo.

Estuvo bien Casado, desgranando por ministerios las rectificaciones, negligencias, desautorizaciones y dimisiones que jalonan los 100 días de Sánchez. Pero sobre todo anunciando la impugnación de la cacicada presupuestaria y marcando al Doctor en el Senado, donde tendrá que comparecer para explicar el 21% de coincidencias con que PlagScan desmiente la cocina monclovita. Porque de la tesis de Sánchez hay capítulos que aún no se han publicado. El Doctor le respondió que no se prepara los temas, acusación temeraria viniendo de la joven promesa del Ministerio de Industria. A Tardà se le entiende mejor: amenazó con no aprobar los Presupuestos si la Fiscalía no retira el cargo de rebelión. En tan breve exigencia se agazapan varias patadas al culo de Montesquieu, desde la suposición de que los fiscales siguen cazando con Dolores Delgado hasta el sindiós de que el Estado dependa de los enemigos del Estado.

Sánchez durará lo que quieran Iglesias y los separatistas, a los que replica siempre con un susurro inaudible y jabonoso. Borrell también habla bajo, pero se conoce que Xuclá no le impresiona tanto como la BBC y esta vez acertó a desnudar la infamia simbolizada en la estética lazi. En cuanto a la portavoz Celaá, para quien combatir el adoctrinamiento es franquismo, la preferimos haciendo de Gila.