Rajoy, Iglesias y sus impúdicas coincidencias

EL CONFIDENCIAL 09/04/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS

· Podemos quiere triturar al PSOE -sustituyéndolo en la izquierda- y el PP también, porque prefiere un adversario radical como el partido de Iglesias antes que a unos socialdemócratas

Escribe Rafael Sánchez Ferlosio que “lo más sospechoso de las soluciones es que se las encuentran siempre que se quiere”. Si todos los pecios del autor de ‘El Jarama’ se caracterizan por su lucidez, este lo es especialmente en el momento político español. El viernes, de una manera impúdica -en la medida en que atenta contra el pudor intelectual e ideológico- quedó de manifiesto que Rajoy y el PP e Iglesias y Podemos comparten temerariamente algunos objetivos estratégicos. Ni los unos ni los otros han tratado de encontrar solución alguna no fuera que la pudiesen encontrar. La negativa de populares y podemitas a colaborar con el PSOE y Ciudadanos en torno al pacto suscrito por ambos (131 escaños en el Congreso) nos conduce inevitablemente a unas nuevas elecciones con el cortejo de los graves perjuicios que otros comicios conllevan.

El bloqueo por ambos bandos es muy funcional para sus objetivos últimos, solo alcanzables si el presidente en funciones del Gobierno y el líder de Podemos adoptan, como han hecho, una misma actitud. Podemos quiere triturar al PSOE -sustituyéndolo en la izquierda y reduciéndolo a la mínima expresión- y el PP también, porque prefiere un adversario radical como es el partido de Iglesias antes que a una formación socialdemócrata. Iglesias desea que Ciudadanos quede encasillado como una organización de derechas, financiada por el Ibex y al pretendido servicio del ‘establishment’, exactamente lo mismo que Rajoy, a cuyo partido roba espacio y electorado. En este contexto de intereses mutuos, este viernes saltó la coincidencia: Iglesias atribuyó la responsabilidad del bloqueo al PSOE y a Sánchez y exactamente igual hizo la vicepresidenta del Gobierno. Los dos partidos más alejados entre sí han pinzado a los dos más centrales en una de las estrategias más irresponsables de las que puedan recordarse en la democracia española.

Ciudadanos se ha negado a colaborar con Podemos -aceptaría su abstención- y el PSOE a hacerlo con el PP -cuya abstención también resolvería la situación-. Las actitudes de Rajoy y de Iglesias se entenderían si aquel hubiera liderado el proceso de formación de Gobierno cuando el Rey se lo ofreció y él lo rehusó (podría haber formado un eje de 163 diputados con los de Rivera, dispuesto al pacto); y este hubiese demostrado voluntad colaboradora si no hubiese planteado de facto un proceso constituyente mediante la exigencia de reconocer el derecho de autodeterminación de “las naciones” españolas y un Ejecutivo paritario. Rajoy por defecto e Iglesias por exceso han hecho descarrilar la única posibilidad razonable que se presentaba articulada en el tablero político: favorecer mediante una abstención activa o pasiva un Gobierno de centro-izquierda de los socialistas y los liberales de Ciudadanos.

Si hay elecciones, es de esperar que los ciudadanos no dejen el país en manos de un mediocre de ideología pánfila (Rajoy) y de un temerario arrogante (Iglesias)

El jueves planeó en el ambiente político la posibilidad de que Sánchez y su equipo traicionasen -se evocó a Judas- el pacto con Ciudadanos y se entregasen a una negociación con Podemos que incluyese a los independentistas catalanes. La desencajada pero coherente intervención de Antonio Hernando y la determinación de Albert Rivera conjuró el riesgo de una traición que, de haberse producido, hubiera quebrado al PSOE y derruido su reputación. Aunque su secretario general (que con la aceptación del debate de investidura evitó una grave crisis constitucional) queda desairado, el Comité Federal de la organización debería valorar que la responsabilidad no es de su líder sino de un Iglesias que este viernes demostró no haber tenido nunca voluntad de negociar ni con los socialistas, ni muchos menos, con Ciudadanos. Albert Rivera -que no ha dejado de apelar a Rajoy- daría la impresión de haberse desgastado en el intento, pero a la postre ha demostrado que su flexibilidad es la propia de todo centroderecha europeo capaz de alcanzar acuerdos con la socialdemocracia y, al mismo tiempo, enfrentarse sin fisuras al alocado radicalismo de izquierdas.

Si hay nuevas elecciones -dejemos al lado la ‘filfa’ de la consulta a los inscritos de Podemos-, es de esperar que los ciudadanos no dejen el país en manos de un mediocre de ideología pánfila (Rajoy) y de un temerario arrogante y ampuloso (Iglesias) y se cumpla la esperanza que encapsula otro magnífico pecio de Rafael Sánchez Ferlosio: “Dos comodines: ya verás como no pasa nada; alguna solución tendrá que haber”. Que no pase nada supondría que el poder no fuese ostentado por los más cobardes ni por los más temerarios. Que haya alguna solución implicaría que, al final, se impusieran en las urnas las fuerzas más centrales para que la piqueta no sustituya a la paleta, ni el inmovilismo al reformismo.