Juanma Romero, Angel Collado-El Confidencial

Los dos grandes partidos fortalecen su pacto en Cataluña, al que invitan al resto de fuerzas. Los contornos de una segunda intervención no están definidos, pero no se prevén urnas. «Paso a paso»

Todo estaba más claro antes incluso de que ambos posaran para los medios. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez retomaron su relación cuando los nubarrones arreciaban y el Estado parecía quebrarse por el embate secesionista. En el otoño, antes y después del referéndum del 1 de octubre, antes y después de la declaración unilateral de independencia, los dos líderes mantuvieron conversaciones constantes, abonaron el árbol de una confianza mutua que perdura hasta hoy, diseñaron una estrategia conjunta de aplicación del artículo 155 de la Carta Magna. Y ahora que se vislumbra otra intervención de Cataluña, dura, «con contundencia«, ambos irán de la mano. Su alianza, a dos y ampliable al resto de fuerzas, se fortalece. La entente de «los partidos de gobierno», los que tienen visión de Estado, en defensa del orden constitucional y del Estado. El acuerdo, pues, parte de PP y PSOE, y se invita al resto de fuerzas, a Unidos Podemos —improbable— y a Ciudadanos, concebido por Rajoy y Sánchez casi como un socio picajoso y preocupado más por los votos que por desatasacar el conflicto en Cataluña.

La reunión de este martes entre el jefe del Ejecutivo y el líder del PSOE venía ya más que masticada de antemano por todas esas charlas previas entre los dos. Ni siquiera fue larga. Cincuenta minutos escasos. No podían ser muchos más porque Rajoy tenía programado comité ejecutivo del PP para abordar los cambios en el partido en Madrid tras la dimisión de Cristina Cifuentes y después debía volar a Sofía (Bulgaria) para reunirse con el primer ministro del país. Por eso no había podido encajar en el mismo día la entrevista con Albert Rivera, que finalmente tendrá lugar en La Moncloa este jueves. A primera hora. Pero el grado de sintonía, de ‘feeling’, que se percibe entre Rajoy y Sánchez, en las antípodas ideológicas —ahí está para el recuerdo el «no es no» que presidió la campaña de primarias del socialista, hace justo un año—, no existe entre el presidente y el jefe de Cs, dos partidos socios en esta legislatura y más cercanos en sus programas.

Los dos dirigentes evidenciaron su ‘feeling’, su relación perfectamente engrasada ante Cataluña tras meses de tensión y escalada separatista

Rajoy y Sánchez derrocharon gestos de complicidad en las escalinatas del palacio gubernamental y en los minutos previos al comienzo formal de la reunión, ante las cámaras. Pero el buen rollo, según cuentan tanto en el PSOE como en el Ejecutivo, no era impostado. La relación está muy engrasada desde que negociaron y concretaron el despliegue del 155 —algo hasta entonces inédito en democracia— y ambos quieren ir juntos en el abordaje del conflicto catalán. Apenas unos minutos después de que La Moncloa y Ferraz informaran del término de la reunión, lanzaron un comunicado conjunto con las bases de los acuerdos alcanzados [aquí en PDF], que luego los protagonistas explicaron ante los medios. En cuanto tuvo conocimiento del documento, Rivera lo desacreditó y se quejó de que se constata la «no acción» de los dos grandes. El líder de Cs también estaba en Madrid, sí, aunque lejos de la sede del Gobierno. Era la fiesta patronal en la capital, y decidió acompañar en la pradera de San Isidro a sus referentes en la Comunidad y el Ayuntamiento de la ciudad, Ignacio Aguado y Begoña Villacís. Con las encuestas (otra vez positivas para ellos) bien calentitas.

Solo «una legalidad»

Gobierno y PSOE blindan y renuevan su alianza en Cataluña. Coincidencia plena en la hoja de ruta. Sin fisuras. Ambos desaprueban el discurso «frentista» y «xenófobo» del ya ‘president’ electo, Quim Torra, y prometen una «respuesta pactada y proporcional en la defensa de la legalidad constitucional y estatutaria frente a cualquier eventual desafío» de los separatistas. Además, coinciden en «rechazar» todo intento de «poner en marcha estructuras políticas distintas a las únicas válidas, que son aquellas contempladas en la Constitución y el Estatuto de autonomía». No hay «dos legitimidades», apuntó Sánchez. «En Cataluña solo puede haber un presidente, una sola legalidad», recalcó Rajoy desde Sofía.

Los socialistas dicen que habrá que «cargarse de argumentos» antes de un nuevo 155, y admiten que cabe «replantearse todo», incluido el control de TV3

Esta es la parte mollar del comunicado, pues supone que ni Gobierno ni PSOE permitirán que Torra se pase de la raya. La advertencia es firme, muy firme. Si el ‘president’ continúa por el camino que anunció en las sesiones de investidura —impulso del proceso constituyente, creación de una Asamblea de Electos y un Consell de la República—, «se aplicará el 155 con contundencia, por supuesto«. «Es blanco y en botella«. El debate sobre la intervención de Cataluña está «resuelto», dijo. Habrá 155 si hay ilegalidad. La «pregunta» es «qué 155» se desplegará esta vez. Y bajo qué supuestos concretos.

Y eso es lo que ni Gobierno ni PSOE quieren despejar. «Paso a paso«, convienen los socialistas, porque hay que esperar a los «hechos», a los saltos al vacío que dé el nuevo Govern. No se tomarán las riendas de la comunidad a la primera de cambio. Si, por ejemplo, Torra pone en marcha ese Consell de la República con dinero público, se cortará el grifo de la financiación. Hay que «cargarse de argumentos» antes de aprobar un nuevo 155, decían en Ferraz.

En el equipo de Sánchez rechazan hablar de una intervención «dura» o «blanda». Sería un 155, y punto. De «naturaleza distinta», reconoció el secretario general. La diferencia sustancial es esta: mientras que en octubre se promovió una suspensión del autogobierno limitada y corta, y con la desembocadura inmediata de unas nuevas elecciones autonómicas, ahora ese objetivo no tendría razón de ser. No es «lógico» ir a otros comicios, decía en la sede popular de Génova el coordinador general, Fernando Martínez-Maíllo. «Es de sentido común«, observaba Sánchez desde Ferraz, porque acaba de arrancar la legislatura.

No hay negociaciones sobre la letra

De momento, no hay negociación de los equipos del presidente y del secretario general para desplegar el 155 otra vez, como la hubo en octubre entre Soraya Sáenz de Santamaría y Carmen Calvo. En la cúpula socialista sí conceden que, en caso de ir hacia una nueva intervención en Cataluña, «se replantearía todo«. Es decir, que las actuaciones del Estado diseñadas para recuperar la normalidad institucional pueden ser otras. Por ejemplo, tal y como avanzaba este diario el martes, no se descarta que esta vez sí se asuman las riendas de TV3, medida que en octubre frenó el PSOE. Eso prefigura un 155 tal vez más duro que el anterior.

En el Gobierno reconocen que otro 155 exigiría una ronda por las cancillerías europeas para explicar por qué es necesaria una segunda intervención

Por lo pronto, Ejecutivo y PSOE han pactado mantener la vigilancia sobre las cuentas de la Generalitat para evitar que recursos públicos se destinen al ‘procés’, a la construcción de estructuras paralelas que bajo ningún concepto se van a tolerar. Este control de las finanzas se mantendrá, pues, al margen de que se levante el vigente 155 en cuanto tome posesión el Govern de Torra. Ese punto del acuerdo irritó enseguida al ‘president’ electo y a su antecesor, Carles Puigdemont, reunidos en Berlín. Los dos exigieron a Rajoy que anule la intervención de las finanzas catalanas para poder disponer libremente de los recursos.

«Mira cómo anda de molesto el independentismo que ya ha pedido levantar el 155 económico. Lo decimos por aquello de Rivera de que no hacemos nada», aseguraban con ironía a este periódico fuentes próximas al líder socialista.

Los dos últimos puntos del acuerdo Rajoy-Sánchez se refieren a la acción exterior y a la apertura del pacto al resto de fuerzas. El secretario general presume de que él ya inició hace semanas una gira por Europa para explicar la posición de España frente al secesionismo, labor en la que el Ejecutivo debe emplearse a fondo. En el Gobierno reconocían que un nuevo 155 exigiría una ronda por las cancillerías de la UE para contar por qué es necesaria otra intervención de Cataluña, y señalaban los primeros mensajes de apoyo de los homólogos europeos de socialistas y populares como producto de esa movilización internacional contra el «racista» Torra.