Recuperar el pulso político

ABC 14/08/16
EDITORIAL

· Albert Rivera tenía que salir del callejón sin salida en que se había metido, al menos para no ser el responsable de unas terceras elecciones por su abstención, en las que volvería a sufrir otro retroceso

EN política, la altura de miras es una condición esencial. Más allá de los intereses partidistas y coyunturales, está el interés general de España. Nuestro país lleva ya más de ocho meses con el pulso político en encefalograma plano. Las estrategias de unos y otros han conducido a una repetición de elecciones inédita en nuestra historia democrática. Y ya nadie descarta la posibilidad de unos terceros comicios que serían tremendamente perjudiciales a todos los niveles, especialmente desde el punto de vista de la economía y de nuestra propia imagen. La próxima semana promete ser clave en la búsqueda de un acuerdo que permita la investidura de Mariano Rajoy. Lo cierto es que hasta ahora solo Partido Popular y Ciudadanos han dado muestras de una intención decidida por sacar a España del atolladero político. El Partido Socialista se mantiene en un inmovilismo absurdo y hasta ahora no ha emitido ninguna señal que permita pensar en una solución inminente. Podemos parece perdido en incendios internos como el que se vivió ayer en Galicia y ni está ni se le espera.

Ciudadanos ha hecho de la necesidad, virtud. Y se ha dado cuenta a tiempo de que era urgente ajustar la estrategia del partido al sentir mayoritario de su base electoral. Sirva de ejemplo Andalucía, donde los militantes de Ciudadanos han visto con perplejidad el doble rasero de Rivera con, por un lado, Susana Díaz, todo facilidades y benevolencia, y, por otro lado, con Cristina Cifuentes, en Madrid, destinataria de continuas exigencias y amenazas de ruptura.

El empecinamiento del veto a Mariano Rajoy ha sido otro motivo de malestar de las bases de Ciudadanos, no tanto porque no fuera una opción legítima de este partido, sino porque ha sido una apuesta electoral derrotada sin paliativos en las urnas. Rivera hizo que la cita electoral del 26-J fuera una especie de plebiscito encubierto entre él y Rajoy en el ámbito del centro-derecha –al igual que Pablo Iglesias lo pretendió frente a Pedro Sánchez en la izquierda–, y el líder naranja lo perdió. Rivera tenía que salir del callejón sin salida en que se había metido, al menos para no ser el responsable de unas terceras elecciones por su abstención, en las que volvería a sufrir otro retroceso. La obcecación del PSOE le dio la oportunidad de cambiar a bajo coste la abstención por un «sí» sometido a condiciones que el PP ya ha aceptado oficiosamente, al margen de que el texto final del acuerdo introduzca matices. Sea como sea, ha llegado la hora de una política con sentido de Estado que permita la formación de gobierno en España.