Referendum Calvinista

IGNACIO CAMACHO – ABC – 07/06/16

· Consulta sobre la renta básica universal en Suiza: 78 por ciento en contra. Al fin y al cabo Calvino predicó en Ginebra.

Además de un paraíso para las cuentas opacas, Suiza lo es también para la llamada democracia directa o participativa, esa que tanto les gusta a nuestros populistas de Podemos. Con frecuencia casi mensual se celebran allí referendos –o referenda– sobre los asuntos más variopintos, a menudo bajo iniciativa ciudadana. Con baja participación casi siempre, porque tanto empoderamiento de la gente acaba provocando hastío en ella.

Los suizos tienen fama de aburridos, como certificó Orson Welles en la célebre frase de «El tercer hombre» sobre el reloj de cuco, aunque también de organizados y eficaces. Con los relojes, el chocolate, los bancos y la industria farmacéutica no les va mal del todo: con un desempleo inferior al 5 por ciento, su salario medio mensual es de 5.866 euros. Un aburrimiento muy productivo.

Pero con tanta excepcionalidad se han vuelto raros. Ayer rechazaron –por mayoría del 78 por ciento– la implantación de una renta básica «incondicional», esto es, para todos los ciudadanos mayores de edad sin excepciones. El sueño de la izquierda europea que allí no se atrevió a enarbolar ningún partido; la propuesta la lideró el dueño de una cafetería. La incondicionalidad tenía, eso sí, un pequeño truco: el sueldo universal, de 2.300 pavos, implicaba la eliminación de otras subvenciones y ayudas sociales. Aun así, el Estado calculaba un coste de 22.000 millones al año. A sufragar con impuestos, claro.

Y salió que no. Las clases medias decidieron que no les gustaba la idea de restar los 2.200 de vellón de sus elevados ingresos mensuales, y el resto estaba poco inclinado a soportar mayor presión tributaria. Es un país extraño ese, que prefiere la igualdad por arriba y se considera, pese a la crisis, en condiciones de procurarla. Hubo debate más intenso que de costumbre en esa democracia dominical que sustituye por referendos la misa de doce. La población discutió sobre el reparto del trabajo, sobre la eficiencia del sistema de asistencia social y sobre las bases de un Estado del bienestar que empieza a notar ciertas disfunciones en su estructura más bien musculosa. Todo muy a la suiza: sin alharaca demagógica, sin reproches altisonantes –bueno, alguna acusación de holgazanería social era inevitable–, sin alboroto. Finalmente fueron a votar. Y dijeron que verdes las han segado.

Los promotores de la consulta están satisfechos con las dimensiones del revolcón. No se hacían ilusiones ni parece que en ningún momento se les pasara en serio por la cabeza la posibilidad de que los ciudadanos de una nación orgullosamente rica le abriesen de par en par las puertas a la desestimulación del esfuerzo y al rentismo clientelista. Esperaban menos apoyo y se alborozan de haber abierto brecha. Conocían a sus compatriotas y sabían de su ética luterana del trabajo. Al fin y al cabo, Calvino predicó en Ginebra, Lausana y Berna.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 07/06/16