Editorial-El Correo

  • Prolongar la legislatura carecerá de sentido si Sánchez se ve forzado a otra prórroga de los Presupuestos y queda en minoría parlamentaria

Entre los múltiples argumentos esgrimidos por Pedro Sánchez para justificar la amnistía por el ‘procés’, a la que él mismo se había negado por «inconstitucional», uno de los primeros fue su condición de peaje a cambio de garantizar una nueva legislatura en la que pudiera desarrollar su «agenda progresista». La ley que borra los delitos a decenas de independentistas catalanes ya está en vigor. Pero los obstáculos de la Justicia para aplicarla a Carles Puigdmenont, entre otros, y los pactos entre el PSC y ERC que han frustrado su deseo de liderar la Generalitat han fracturado la precaria mayoría parlamentaria de la investidura. Una mayoría que ha dejado de ser tal por los repetidos descuelgues de Junts, cuyos votos -como los de los demás socios- son imprescindibles para aprobar cualquier proyecto y han propinado sonoros revolcones a un Gobierno maniatado por la falta de apoyos. Si esta persiste, tendrá un mínimo margen de actuación, lo que no impide que el presidente se proponga prolongar su mandato al máximo.

Sánchez ha exhibido una extraordinaria capacidad de resistencia en las circunstancias más adversas. Gracias a ella se ha anotado éxitos impensables. Resistir puede ser un factor imprescindible para gobernar. Pero solo resistir no es gobernar. Adoptar medidas para resolver los problemas de una sociedad requiere contar con los votos suficientes en el Parlamento. Ni siquiera los tiene garantizados para aprobar los Presupuestos, que puede verse obligado a prorrogar por segunda vez consecutiva, un hecho sin precedentes. El Ministerio de Hacienda ha prometido que, a diferencia del pasado año, cumplirá el mandato constitucional de presentarlos en las Cortes Generales aun a riesgo de que sean tumbados, lo que dejaría al Ejecutivo muy tocado políticamente.

«Un Gobierno sin Presupuestos es tan útil como un coche sin gasolina», sostenía el hoy presidente en tiempos de Mariano Rajoy en La Moncloa, a quien reclamaba el adelanto de las elecciones si era incapaz de sacarlos adelante. Un consejo que él no está dispuesto a seguir. Acosado por la investigación judicial a su mujer y con las encuestas en contra, Sánchez apuesta en ese supuesto por ganar tiempo a la espera de una coyuntura más favorable. Tiene a su favor la buena salud de la economía, la llegada de los fondos europeos y la inviabilidad de una hipotética moción de censura. Pero el país se enfrenta a desafíos que hacen deseable una estabilidad de la que carece.