tonia Etxarri-El Correo

Querer ganar a la izquierda planteando batalla a la derecha, es una opción arriesgada

Parecía noqueado. Sin iniciativa política, ni siquiera mediática, un terreno donde siempre se ha movido como pez en el agua. Los mensajes que iba colgando en las redes mientras se le daban de baja destacados colaboradores del equipo fundacional parecían de urgencia. Para hacerse visible. Albert Rivera, finalmente, ha reaparecido con el mismo guión. No piensa cambiar de estrategia. A pesar de las presiones políticas, mediáticas, empresariales y sindicales. Desde la investidura fallida de Pedro Sánchez ha mantenido un perfil bajo. Tan bajo que se llegó a especular con un posible cambio de actitud de Ciudadanos en este curso político. Pero el líder liberal sigue apostando por hacer el ‘sorpasso’ al PP ¿Fue un error optar por una reorientación ideológica queriendo disputar el liderazgo a la derecha? Ha dejado vacío el espacio del centro donde ha querido instalarse Sánchez mientras va soltando lastre por el flanco populista. Él cree que no. Entre otras cosas porque Sánchez se ha radicalizado. No logró superar al PP en las pasadas elecciones pero desplazó a Podemos como tercera fuerza política de España. El error quizás resida en que no se percate de que el estado de opinión de los votantes ha cambiando sensiblemente. Las previsiones de intención de voto sitúan a Ciudadanos, como a Podemos y Vox, perdiendo posiciones.

Rivera se mueve con mucha precaución entre dos fuegos. El externo, avivado por círculos políticos, empresariales, mediáticos y sindicales que pretenden influirle para que aproveche la debilidad parlamentaria de Sánchez y le ofrezca un gobierno de coalición. Pero esa fórmula la debería haber realizado el aspirante a presidente. Y no lo ha hecho. Sánchez no quiere oír en el poder otra voz que no sea la suya. No es una percepción. Es una declaración de intenciones formulada por el propio interesado para justificar el cierre de paso que le ha plantado a Pablo Iglesias en la puerta del consejo de ministros.

Tantas veces criticado por su volatilidad, el líder de Ciudadanos no quiere desviar el rumbo que marcó en la campaña con la que dobló su presencia parlamentaria. Entonces dijo que ‘no’ a un Sánchez que le había proscrito al rincón de la ultra derecha. Y sus 32 escaños se convirtieron en 57 en el Congreso de los Diputados. Va resistiendo presiones de todo tipo y condición. Hasta un ex dirigente socialista como Ramón Jáuregui le señala ahora como responsable del bloqueo. «Ciudadanos no cumple el papel de bisagra que le han atribuido los votantes». ¿Seguro que los electores le dieron su papeleta para que facilitara un gobierno al PSOE?

Lo que parece amortizado es el espíritu de colaboración de aquel pacto suscrito entre Sánchez y Rivera en 2016. Con aquellas doscientas medidas entre las que destacaba la defensa de la unidad de España y se presentaba como un acuerdo para un gobierno «reformista y de progreso». Ese pacto entre PSOE y Ciudadanos, hoy por hoy, es inimaginable. Aunque los compañeros de buena parte del equipo fundacional de Ciudadanos que le han abandonado le critiquen por ello.

Rivera insiste en la máxima con la que ganó las pasadas elecciones. Solo pactará con los partidos que defiendan la unidad de España. Podrá coincidir con Casado pero sin apuntarse a la fórmula ‘España Suma’. Ese es el segundo fuego que quiere apagar empeñado en ganar el liderazgo del centro derecha al PP. Una opción que funcionó en Navarra para ganar las elecciones, en donde el partido de Rivera apenas tenía implantación, pero que no se podría aplicar en otras comunidades. Ya ha empezado su campaña recordando a sus críticos que Sánchez no es de fiar. Y aunque el inquilino en funciones de La Moncloa, en su penúltimo viraje, haya mostrado su rechazo a negociar un referéndum secesionista, ¿hay garantía de que no vuelva a cambiar? No le merece confianza un candidato a presidente que tiene en mente crujir a impuestos a la ciudadanía y disparar el gasto público a pesar de los primeros síntomas de recesión económica. El mismo que presionó a la abogacía del Estado a rebajar la calificación penal del delito de rebelión en el juicio del ‘procés’ y que ha pactado con los nacionalistas en todas las comunidades que ha podido, dejándose querer por EH Bildu en Navarra. Con estos mimbres se está preparando la segunda vuelta. Rivera aspira a ganar a la izquierda planteando batalla contra la derecha. Una táctica arriesgada. Sánchez, después de haber enseñado su torpe oferta de cargos públicos a Iglesias, sigue con su plan.