Se acabó lo que se daba

ABC 03/08/16
JOSÉ MARÍA CARRASCAL

· Victimismo, oportunismo y chantaje son las principales armas nacionalistas

SIENDO el nacionalismo un sentimiento más que una doctrina, todo intento de debatir racionalmente con él está condenado al fracaso. «El corazón tiene razones que la razón no entiende», decía Pascal. Finalmente, políticos y jueces españoles lo han entendido, y dicho «¡basta!» al desafío independentista catalán, tras cuatro décadas de humillaciones e insultos que no consentiríamos a nadie, junto a una total carencia de visión política, sentido de Estado y cultura democrática. El Tribunal Constitucional ha suspendido la desconexión de España aprobada por el Parlamento catalán, como ya había hecho dos veces, pero advirtiendo esta que, de no acatarlo en los próximos veinte días, los responsables se enfrentarán a sanciones penales. Ellos, la presidenta del Parlament y el de la Generalitat, han tardado sólo horas en anunciar que no lo acatarán.

Victimismo, oportunismo y chantaje son las principales armas nacionalistas. Han aprovechado siempre los momentos de debilidad de España para arrancar ventajas, y la confusión gubernamental que reina en Madrid era una oportunidad que no podían dejar pasar, más cuando dentro de la propia Cataluña se ven desafiados por una izquierda radical que les come el terreno. De ahí que hayan hecho la máxima apuesta, la independencia, sabiendo que se exponían a cargos de desacato e incluso sedición. Aunque una foto en el «New York Times» de la Sra. Forcadell y el Sr. Puigdemont, entre dos guardias civiles, lo compensaría. De entrada, sin embargo, han empezado a pagarlo donde más les duele: ya no forman «grupo aparte» en el Congreso ni en el Senado, con todo lo que eso significa de pérdida de tribuna, dinero y prestigio, que, por cierto, no merecían según el Reglamento. Era un favor que se les hacía. Si «amor con amor se paga», el desprecio, la insolencia, la mentira no pueden esperar favores. Desde 2012 hasta la fecha, el Estado español, ese al que acusaban de robarles, ha respaldado con 60.000 millones la bancarrota catalana. En vez de agradecérnoslo, lo tomaban como prueba de que tenían razón en sus reivindicaciones soberanistas. Se acabó; y las reclamaciones, al Tribunal Constitucional. Son capaces.

Puede que lo único bueno de la inmensa crisis que estamos pasando haya sido la decadencia de los regionalismos independentistas. Ya no son necesarios para gobernar España, habiendo quedado al descubierto que son aún peores gobernantes que el resto de los españoles. Con casos de corrupción que nada tienen que envidiar a los de Madrid, Andalucía, Valencia o cualquier otra autonomía. Junto con la sentencia del Constitucional, es una buena base para empezar a negociar la reordenación territorial de nuestro país, no sobre las «comunidades históricas» y demás zarandajas (en España nos sobra historia a todos), sino sobre la responsabilidad que tanto se echa a faltar en el diálogo de sordos Rajoy-Sánchez-Rivera, que les comentaré el viernes. Al menos, los tres parecen estar de acuerdo en no continuar haciendo el primo con los secesionistas. ¿O se trata también de un chantaje triple?