Seguridades e incertidumbres vascas

EL MUNDO 21/11/16
NICOLÁS REDONDO TERREROS

Han pasado 15 años desde que como secretario general de los socialistas vascos propuse a mi Ejecutiva salirnos del Gobierno vasco, en aquel entonces presidido por Ardanza, al constatar que los nacionalistas, nuestros socios de gobierno, habían llegado a un acuerdo secreto –Pacto de Estella– con ETA y su brazo político para dejar fuera de la política institucional vasca a los partidos nacionales. El apoyo sin matices de Fernando Buesa permitió que mi propuesta saliera adelante con una mayoría suficiente pero escasa. Desde ese comportamiento, que muchos me han recordado en numerosas ocasiones para intentar avergonzarme, creo tener una legitimidad suficiente para enjuiciar el acuerdo al que los socialistas vascos y el PNV han llegado después de las últimas elecciones autonómicas.

He mostrado, desde hace cuatro años, desde el momento en el que Urkullu anunció su voluntad de pactar con el Gobierno de la Nación un nuevo estatus dentro de la Constitución del 78, mi predisposición a llegar a acuerdos con los nacionalistas vascos. Las razones para llegar a ver con buenos ojos el acuerdo con los nacionalistas son fundamentalmente tres: la primera tiene que ver con la necesidad de elaborar un relato fidedigno de lo que ha sucedido en Euskadi durante los últimos 40 años, en la búsqueda de una sociedad mejor y reconciliada desde la asunción de todas las responsabilidades políticas y morales que la lucha contra ETA y por la libertad originó.

La segunda tiene que ver con la posibilidad de plantear un diálogo constructivo con los nacionalistas vascos dentro de la Constitución, lo que supone de forma inevitable la aceptación por parte de ellos del «hecho constitucional»; no es posible reformar la relación de la comunidad autónoma vasca con el reto de España sin la aceptación de la propia Carta Magna.

La tercera razón que me ha llevado a ver positivo el acuerdo con los nacionalistas tiene que ver con el mayor problema político que tenemos hoy en España: Cataluña. La posibilidad de discutir y si es posible acordar con los nacionalistas vascos, que tienen en ese mundo lleno de sentimientos una legitimidad tan evidente como inexplicable, abriría los ojos a un catalanismo conservador que se ha quedado sin paraguas político desde que Mas y los demás decidieron que era más fácil y heroico pasar ellos a la historia que gestionar debidamente los intereses de la sociedad catalana. A mi juicio, estas tres razones han sido las que durante los últimos cuatro años, con mayoría absoluta del PP, habrían permitido al Gobierno de Rajoy tomar una iniciativa política cargada de incertidumbres pero siempre mejor que la de no hacer nada.

Por tanto, dicho lo dicho, queda claro que soy partidario de acuerdos entre los socialistas vascos y el PNV actual, como creo que el PP tiene que llegar a acuerdos amplios con los nacionalistas, con los socialistas y con C’s para que por ejemplo una política presupuestaria pactada pueda salir adelante; sin embargo, que el PP pactara medidas políticas comprometidas con el PNV con el único objetivo de aprobar los presupuestos y sin el consenso de los otros partidos nacionales, sería un grave error.

Ahora, una vez realizada la solemne declaración de intenciones de los dos partidos protagonistas de la coalición vasca, vienen los interrogantes y las dudas que desde mi punto de vista afectan a los socialistas. La primera, que aunque no lo parezca afecta a la sustancia más profunda de la política española, es la siguiente: ¿por qué es más fácil, casi un trámite, pactar después de un resultado desastroso un Gobierno de coalición con los nacionalistas vascos que una abstención para que gobierne en España el partido que ha ganado en dos ocasiones consecutivas las elecciones generales? No entiendo la doble vara de medir de los socialistas vascos, no creo que sea más fácil llegar a un acuerdo con los nacionalistas que con los populares, no creo que nos pueda perjudicar más una abstención inteligentemente gestionada para que gobierne Rajoy que un compromiso de gobierno en Euskadi cuando somos la cuarta fuerza política por detrás de Bildu y Podemos.

El acuerdo de gobierno será positivo si los socialistas vascos obtienen consejerías políticas desde las que puedan influir en el espacio político post-ETA. Una vez derrotada policialmente la banda terrorista estamos obligados a definir el relato político de la batalla por la libertad contra el totalitarismo terrorista, con las responsabilidades de cada uno de los actores políticos de los últimos 40 años, y crear las bases de una sociedad reconciliada –la dispersión de los presos de ETA, por ejemplo, fue consecuencia de las acciones terroristas; desaparecida la causa podemos pensar en que desaparezca la consecuencia–. Son objetivos políticos difíciles y complicados, pero necesarios para la sociedad vasca; para conseguirlos sería una garantía que los socialistas vascos tengan una poderosa presencia en el Gobierno vasco, que daría a muchos ciudadanos una gran seguridad y la tranquilidad de saber que los límites de la acción política van a ser razonables para todos.

En el caso contrario, si su presencia estuviera meramente circunscrita a la gestión, las dudas para avalar ese pacto serían muchas y justificadas. En un tiempo en el que las identidades políticas de los partidos ideológicos, todos aquellos que no tienen una base religiosa o identitaria, se están resquebrajando, una presencia testimonial o que dé la impresión de obedecer más a conseguir puestos que a lograr objetivos de política con mayúsculas llevaría al PSE-EE a una posición ancilar y remarcaría su papel de comparsa. ¿Gobierno de coalición? Sí, pero que se pueda explicar más allá de los intereses personales o de familia.

De la misma forma, con los mismos argumentos y con igual legitimidad, defendí en su momento una abstención condicionada para que pudiera gobernar en Madrid el partido de Rajoy, lo que nos hubiera convertido en la alternativa al PP al permitir responsablemente que gobernara quien ha ganado dos veces las elecciones, y a la vez imponer parte de nuestras posiciones políticas. En política sólo se debe hacer aquello que se pueda explicar y sea entendido, no sólo por los concernidos, que suelen jugarse mucho personalmente, sino por la mayoría de la sociedad.