Sin cambio no hay salida

HERMANN TERTSCH – ABC – 29/04/16

Hermann Tertsch
Hermann Tertsch

· España tiene hoy la izquierda más primitiva de Europa.

La hegemonía ideológica de la izquierda en los medios españoles ha alcanzado una contundencia con la que todos sus muchos beneficiarios se pueden ya permitir todo. Nada les está vetado. Desde declarar culpables a meros acusados y perpetrar permanentemente el «asesinato civil» hasta exonerar y proteger a delincuentes o promover políticamente a terroristas, todo es ya posible en los medios izquierdistas en España.

Después de cuatro años de mayoría absoluta del Partido Popular, el poder ideológico izquierdista ha logrado su máximo control sobre el discurso, las prioridades y la agenda en la política nacional. Con muy pocas excepciones de obstinada resistencia como es este diario, los medios en radio, televisión, prensa y digitales, incluidos los públicos nacionales, se guían por la agenda de contenidos y directrices de una especie de triunvirato que, en solo aparente paradoja, forman el duopolio televisivo privado, el gobierno de España y toda la inmensa caterva de jenízaros mejor o peor pagados de la nueva izquierda comunista.

Bajo el aznarismo fracasaron los últimos intentos de crear un grupo mediático de la derecha liberal, libre de condicionamientos y complejos ante la supremacía del izquierdismo cultural. De ese grotesco anacronismo que pesa como una losa sobre el desarrollo de la cultura política en España y ha impedido una sociedad libre, madura y exigente de responsabilidad. Llevado por Zapatero hasta un guerracivilismo obsesivo, ha liquidado con aterradora eficacia todos los avances de la reconciliación nacional durante la transición y hecho un infinito daño a la convivencia.

Pero además han impuesto unos tabúes –desde la exigencia de la verdad del 11-M hasta la aplicación de los recursos lícitos para poner fin al golpe de Estado permanente en Cataluña– que, una vez acatados por el PP, han impedido toda corrección eficaz de la deriva política, territorial y cultural de España. El PP renunció a romper ese monopolio del discurso político de alta toxicidad. La dirección del partido o parte fundamental del mismo decidió por el contrario incorporarse al monopolio para fortalecerlo y cultivar desde dentro sus particulares agendas políticas. No es un consuelo saber que, si logran sus objetivos las fuerzas izquierdistas y separatistas marginarán y destruirán la influencia y los intereses de quienes tan útiles les han sido desde posiciones políticas distantes y supuestamente opuestas.

Dado el daño que hacen a toda posibilidad de cambiar de rumbo y sacar a España de su peligro existencial, poca confianza merecen quienes, después de acceder a cargos con los votos de un electorado movilizado por un discurso nacional, integrador y liberal, han demostrado que jamás tuvieron intención de aplicarlo. Y además combaten implacablemente los tímidos intentos dentro y fuera de su partido de pedir lealtad y compromiso a la palabra dada. Como de llevar a cabo una regeneración que ha de suponer por fuerza la desaparición de los protagonistas de esta pasada etapa.

Algunos intentan volver a engañarnos con las nuevas elecciones y una legislatura normalizada que es imposible sin dicha regeneración. España tiene hoy, gracias a la involucion gerracivilista que ha cuajado en la juventud, la izquierda más primitiva, resentida y antimoderna de Europa. Tras quince años de bombardeo ideológico revanchista, no alimenta idea más fuerte que la emulación del Frente Popular de la Guerra Civil con todo su proyecto totalitario.

La fuerza y la inercia de la supremacía cultural izquierdista son hoy tales que cualquier imponderable puede dar a esas fuerzas una mayoría que hundiría a España para generaciones. Ese peligro colosal no lo puede conjugar una dirección de la derecha prisionera de mezquindades y mentiras del pasado reciente. Aunque logre transitoriamente precarios equilibrios para mayorías. Urge por ello el cambio para la supervivencia. No solo de una opción conservadora, liberal y civilizada. De la propia democracia.

HERMANN TERTSCH – ABC – 29/04/16