Sin sectarismos ni insultos ni trincheras

EL BOLETÍN 24/11/16
GORKA MANEIRO

España mantiene actualmente los mismos problemas económicos, políticos y sociales de los últimos años pero acentuados: son la corrupción política, los recortes sociales (ahí siguen, consolidados), el populismo y el nacionalismo que quiere romper España. Los corruptos y la corrupción política, la opacidad en la gestión de los dineros públicos, el capitalismo de amiguetes que favorece el enriquecimiento de unos pocos a costa de la inmensa mayoría, la mala gestión, el amiguismo, el clientelismo y el nepotismo. Los recortes sociales contra los ciudadanos más vulnerables, la austeridad extrema, la precariedad laboral, el adelgazamiento del Estado del Bienestar, los desahucios, la puesta en cuestión del sistema público de pensiones para después privatizarlo y recortarlo, una Sanidad parcelada en 19 reinos de taifas, una Educación maltratada… y miles de españoles en el umbral de la pobreza y la exclusión social. El populismo de la telegenia que plantea soluciones fantasiosas para problemas complejos, la anti política, el postureo, las frases hechas, el marketing, la publicidad y la propaganda como reclamo principal de unos partidos políticos ensimismados en sí mismos… y la demoscopia que sustituye a una política institucional seria que atienda y resuelva los problemas reales de la gente. La mentira como forma de hacer política, el conservadurismo bisagra para sostener el establishment y que nada importante cambie, el “donde dije digo, digo Diego”, la ductilidad y la evanescencia… y los discursos edulcorados que varían según tiempo, lugar y momento electoral a cambio de un puñado de votos que introducir en la saca que sirva para financiar al partido político convertido en secta y, por lo tanto, en problema político. La insolidaridad territorial y el fetichismo a ultranza para lograr ventajas políticas y privilegios económicos, los derechos históricos, la desigualdad fiscal, el nacionalismo de los que supuestamente no son nacionalistas pero se comportan como si lo fueran, la ruptura de la igualdad, el enfrentamiento entre españoles por puro rédito electoral, el localismo, el regionalismo y el nacionalismo, las imposiciones lingüísticas en determinadas partes de España… y el insolidario pacto fiscal para que paguen menos los que tienen más.
 
Si cito estos problemas (o amenazas graves, en algunos casos) es para apuntar después las posibles soluciones. No tanto para recordar que España es un gran país y que los españoles somos gente trabajadora y decente como para recordar que todo esto puede cambiarse… a través de los cambios políticos, institucionales y constitucionales imprescindibles: es decir, a través de la política (ni vieja ni nueva sino buena). Hoy las reformas que necesita España son reformas relativamente sencillas de llevar a cabo pero falta un ingrediente imprescindible: la voluntad política para ponerlas en marcha. De ese modo mantendríamos todo lo bueno de lo que disfrutamos hoy (y es mucho) y corregiríamos todo lo que es perfectamente corregible. No somos ni una república bananera ni un país del que debamos avergonzarnos: pero sí es cierto que nuestra democracia es de baja calidad (o, al menos, muy mejorable) y que es urgente llevar a cabo las reformas necesarias para mejorar España.
 
Una reforma de la ley electoral para hacerla más justa y proporcional y que abra las listas electorales y expulse de las instituciones a los corruptos, que impida la acumulación de varios cargos y que instaure la limitación de mandatos; una Justicia independiente de los partidos políticos y con los medios necesarios para llevar a cabo su tarea; que Educación y Sanidad sean competencias del Estado; una reforma constitucional que reforme el Estado autonómico y que implante la igualdad efectiva de derechos y obligaciones de todos los españoles; la supresión de las diputaciones y la fusión de municipios; la eliminación de las duplicidades y de los entes, empresas públicas y organismos de todo tipo convertidos en agencias de colocación de los partidarios y afines; el fin de las puertas giratorias que indignan a los españoles; una reforma fiscal para que paguen más los que más tienen; una lucha implacable contra el fraude fiscal; el fin del derroche y la apropiación indebida de dinero público para dedicarlo de verdad a lo verdaderamente importante: el fortalecimiento del Estado del Bienestar, la Sanidad, la Educación, las pensiones, la dependencia, las inversiones productivas, la I+D+i, la industria, la tecnología avanzada, los emprendedores y autónomos que buscan abrirse un hueco y crear riqueza, el cambio de modelo productivo y la modernización de España. Puede hacerse. Y debemos hacerlo necesariamente propiciando el debate argumentado de ideas contrapuestas siempre que sean democráticas, sin sectarismos ni insultos ni trincheras, respetando al adversario político y defendiendo honestamente el bien común.