Socialismo constructivo

ABC 27/03/17
EDITORIAL

· En el PSOE no solo se dirime un futuro liderazgo entre Sánchez, Patxi López y Díaz. Se dirime también la fractura real entre las bases y el aparato del partido

LA anunciada irrupción de Susana Díaz en la carrera por la sucesión en el PSOE fue confirmada ayer por la presidenta andaluza en Madrid con una escenografía destinada a amedrentar a Pedro Sánchez. Reunir a más de 6.000 personas en Madrid para respaldar su candidatura fue toda una exhibición de fuerza y empuje. Y hacerlo con el aval de antiguos líderes enfrentados entre sí, pero unidos ahora en torno a Díaz, fue todo un mensaje de unidad a la militancia. Incluso, fue una llamada a la desesperada para evitar un cisma letal en el PSOE. Felipe González y Alfonso Guerra, Rodríguez Zapatero y José Bono, o Pérez Rubalcaba y Carme Chacón, todos ellos reforzados por determinantes líderes de federaciones socialistas, comparten la tesis de un futuro del PSOE liderado por Susana Díaz, y no por Pedro Sánchez o por Patxi López.

En el caso de una hipotética reedición del liderazgo de Sánchez, es evidente el temor a que termine convirtiendo al PSOE en un sucedáneo de Podemos. Y en el caso de López, porque a su mensaje de unidad y concordia se le atribuye solo una simple bondad de ánimo carente de fuerza orgánica para liderar el PSOE de la próxima década. La gestión política de Susana Díaz en Andalucía es sencillamente caótica, pero no puede negársele una evidente capacidad política para dominar a capricho la principal y más representativa federación socialista de España. Sánchez tiene en Susana Díaz a un hueso muy duro de roer porque la andaluza conoce en profundidad los resortes del partido, tiene una capacidad innata de llegar al votante y a la militancia, ha aglutinado en torno a sí a todos los líderes del pasado y concentra tanta o más ambición que él. Las primarias del PSOE son puras, pero Sánchez necesitará muchos más argumentos que la simpleza de identificar a Díaz con una socialista de derechas humillada al PP.

De algún modo, Sánchez vive recluido en su tragedia personal del Comité Federal del pasado 1 de octubre y en la venganza de la sublevación que sufrió. Su mensaje de futuro pasa exclusivamente por una coalición con Podemos para desbancar al PP. Es su única oferta conocida, más allá de recurrir al factor emocional como argumento de vendetta personal. En el PSOE no solo se dirime desde ayer un futuro liderazgo entre Sánchez, Patxi López y Díaz. Se dirime también la fractura real entre las bases y el aparato del partido porque será la primera votación de la militancia tras la metástasis que se produjo en octubre y que sumió al PSOE en una peligrosa convalecencia en cuidados intensivos. Por tradición de socialismo clásico, por su concepto pragmático e institucional de la política, por su indudable defensa de la unidad de España, y por su contrastada lejanía de cualquier tentación independentista, Díaz representa a un socialismo mucho más constructivo que Sánchez, y la militancia no debería equivocarse. Es la supervivencia del PSOE lo que está en juego.