Solo faltaba

ABC 25/08/16
LUIS VENTOSO

· Si se hubiese dejado a Otegui presentarse, España sería un país sin ley

UNA gran debilidad de España, que la aleja de otras grandes democracias, es que aquí todo se pone en cuestión. La mayoría de nuestros partidos aspiran a remover los pilares institucionales del país. Un nervioso destino, en el que incurre incluso la formación que más tiempo nos ha gobernado, el hoy mortecino PSOE. Los cimientos se bambolean y algunos mandatarios del telecomunismo, como Colau, han llegado a proclamar que cuando una ley no te gusta puedes fumártela (lo cual es la antesala del caos, pues ¿a quién le agrada pagar impuestos, o ir a 120 por una autovía macanuda donde podrías zumbarle a 140?).

Ese caldo de cultivo, esa laxitud ante los principios que arman un país, ha generado algo muy peligroso: el cuestionamiento de las leyes desde puestos de poder. El último ejemplo es el debate suscitado sobre si el terrorista convicto Otegui podía presentarse o no como candidato en las elecciones vascas del 25 de septiembre. No cabía debate alguno, toda vez que está condenado en firme por la justicia española a una pena de inhibilitación para cargo público que expira en 2021 (y mucho me temo que estamos en 2016). Pero se ha inflado el globo de la duda, con nuestras teles de combate dándole aire y con Sánchez poniéndose de canto en nombre del exitoso buenismo, que ha machacado al PSOE en las urnas. Querido Sánchez, a ver si lo pilla, que usted es una lumbrera de celebradas luces: los españoles detestan abrumadoramente a ETA y todo su universo y también a los separatistas que quieren romper su país, por esa razón el Partido Socialista va en picado desde que Zapatero decidió pastelear con los enemigos de la nación.

El intento de blanquear a Otegui forma parte de una operación moralmente repulsiva: el intento de reescribir desde la equidistancia la brutal historia de violencia unilateral de ETA. Es como si en el futuro, cuando se cuente el atentado de Niza, se buscasen para compensar supuestos acosos y daños de la Policía francesa. Esos palanganeos, tan gratos al PNV, son falaces y dolorosos, porque unos mataban y otros morían. En estas mismas páginas escriben personas como Edurne Uriarte o Carlos Herrera, a los que ETA intentó asesinar por sus ideas, que no eran otras que defender las libertades de la democracia española. Para mí son héroes, porque se jugaron la vida para que no nos silenciase una facción sanguinaria y totalitaria. Otegui, carcelero en su día en varios secuestros, estuvo hasta el final en el otro lado del mostrador, con los que mataban a sangre fría, con los que un día se llevaban por la fuerza a un padre de familia y lo enjaulaban en un hoyo inhumano reclamando un rescate so pena de tiro en la nuca. Ese es nuestro afable Arnaldo, el Mandela de Elgóibar.

Si dices todo esto tomando unos potes con unos amigos en un bar del País Vasco –susurrando, pues todavía hoy no se habla allí en alto de estas cosas– lo probable es que te repliquen con el clásico «tú no lo puedes entender, porque no vives aquí». Pero me temo que el linde entre el bien y el mal se vislumbra más nítido con la mirada fría de la distancia.