Soria y el pacto de los 15 minutos (el caso Rajoy)

JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 07/09/16

José Antonio Zarzalejos
José Antonio Zarzalejos

· En el acuerdo de investidura, no cabía que un político inidóneo para ser ministro del Gobierno lo sea como funcionario para ocupar un cargo internacional que representa a España.

Dijo Rafael Hernando, jupiterino, dirigiéndose a Albert Rivera: “¡Yo no firmo un pacto para 15 minutos!”. Y era cierto: él, en nombre del PP, firmó con Ciudadanosun acuerdo de investidura de Mariano Rajoy –que el candidato ninguneó en su primera intervención ante el Congreso– cuando se estaban ultimando los trámites del nombramiento de José Manuel Soria como director ejecutivo del Banco Mundial.

O sea, que ni 15 minutos de sinceridad ofreció el PP a los de Rivera, al suscribir con ellos un pacto precedido por la aceptación de una serie de medidas de lucha contra la corrupción y por la regeneración, en cuya letra y espíritu no cabía en absoluto que un político inidóneo para ser ministro del Gobierno lo sea como funcionario para ocupar un cargo internacional que representa a España. En la relación entre Ciudadanos y el PP –por parte del Gobierno– no hubo, efectivamente, ni un cuarto de hora de lealtad. Y el nombramiento de José Manuel Soria denuncia esa impostura, en la que es mucho más grave la explicación de la decisión que la decisión misma.

Ciudadanos ha declarado caducado el pacto de investidura porque esta resultó fallida, pero está dispuesto a rehabilitarla cuando se ponga en marcha otra que sea ‘viable’. No parece que la de Rajoy pueda serlo, pero Rivera no se la negaría. Porque aunque es muy cierto que resulta mejor un Gobierno de Rajoy que unas terceras elecciones, la arrogancia del presidente popular –bien empaquetada con sus recursos dialécticos– se manifiesta de manera implícita, como en su primer discurso de investidura –desganado, suficiente (‘Un discurso de 15 minutos y 75 de arrogancia’, de 30 de agosto)–, o explícita, como cuando justifica en la inevitabilidad de un acto reglado el nombramiento de Soria como director ejecutivo del Banco Mundial.

Cuanto más se reclame el apartamiento de Rajoy, más presente querrá estar y más encendidas serán las adhesiones que luego se transformarán en reproches.

Son dos formas de arrogancia diferentes, pero que están en la raíz de los problemas de percepción, imagen y fondo que afligen al Partido Popular. Hasta el más torpe estudiante de derecho administrativo conoce que el nombramiento del exministro de Industria es un acto con un extraordinario margen de discrecionalidad, a tal punto que configura su designación como la de un embajador o un cónsul, como muy bien explicaba ayer en El Confidencial Rafael Méndez. No hay manera, jurídicamente hablando, de que el Gobierno pueda convencer a un mero aficionado al derecho de que se trata de una designación ‘administrativa’. No obstante, Rajoy y Guindos insultan a la inteligencia colectivade la misma manera en que lo hicieron el presidente en funciones y Ana Pastor al fijar la fecha de las terceras elecciones el 25 de diciembre.

En Ciudadanos hay una buena mezcla de juventud y veteranía. De ahí que el conjunto del partido y del grupo parlamentario aguante contenido las embestidas de un Hernando (“¡No me provoquen!”) cuya misión pareciera consistir en que los naranjas echen los pies por alto. Ayer –con buen criterio– no lo hicieron, porque el abuso del nombramiento de Soria ha jugado a favor de su moderación. Tampoco han pedido el “paso atrás” de Rajoy. Hacen bien: cuanto más se reclame el apartamiento del político gallego, más presente querrá estar y más encendidas serán las adhesiones que luego se transformarán en mohines de reproche. Si Rajoy se va –y no es seguro que yéndose se arreglase nada– será por decisión propia o porque sobre el PP haya recaído un exorcismo de meiga.

A Rajoy le están dando su propia medicina: siempre ha esperado los errores del contrario; sus adversarios han aprendido de sus usos esperando también al suyo.

La estrategia del PSOE –ayer a través de Susana Díaz, que es la que manda en el mayor feudo socialista– consiste en que Rajoy se vaya (me remito a mi ‘post’ del pasado 17 de agosto titulado ‘Cómo llevarse a Rajoy por delante’), convirtiéndole en el gran problema para la gobernabilidad de España. La andaluza no da puntada sin hilo y ha lanzado vicariamente el órdago en pleno caso Soria, que ha sido el que –más que ningún otro, por inoportunidad y abuso– ha suscitado la mayor polémica interna entre los populares. Ayer sonaban tambores sobre la rectificación del “nombramiento administrativo” del exministro. Pero, lo más lúcidos, se lamentaban: “Ya es tarde, ya es tarde”.

El nombramiento de Soria para el Banco Mundial ha servido, por su tosquedad nepotista, para que comience el caso Rajoy en los términos expresados por Felipe González (“el más votado y el más vetado”), Miquel Iceta y Susana Díaz. Soria –el ministro de los papeles de Panamá– ha sido ese desliz que se creyó inocuo, con la ceguera que produce la soberbia, y que ha desatado una galerna política en la que muchos ya intentan abiertamente el naufragio personal de Rajoy. Al presidente en funciones le están administrando su propia medicina: él siempre ha esperado los errores del contrario; ahora, sus adversarios, han aprendido de sus usos esperando también al suyo. Esta situación política ya deriva en reyerta.  

JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS – EL CONFIDENCIAL – 07/09/16