Editorial El Mundo

SI TODAS las encuestas hay que cogerlas con cautela, no digamos ya una sobre intención de voto realizada sin comicios a la vista, cuando el principal partido de la oposición estaba descabezado y cocinada por quien hasta hace unos días ha sido un destacado miembro de la ejecutiva del partido en el Gobierno. Todos esos ingredientes condicionan el primer sondeo del CIS desde la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa. En todo caso, los datos confirman la fuerte convulsión política provocada por la moción de censura que descabalgó a Rajoy .

Según el CIS, si hoy se celebraran elecciones generales, el PSOE ganaría con casi el 30% de las papeletas. Es la mayor intención de voto para este partido desde hace años, fruto del efecto rebote que ha generado la investidura de Sánchez como también han constatado otros sondeos. Los socialistas se benefician especialmente de la caída de Podemos y sus confluencias, que quedan muy desdibujados en el actual escenario político. A considerable distancia del PSOE, el CIS sitúa empatados al PP y a Ciudadanos, que lograrían el 20,4% de los votos.

El trabajo de campo de la encuesta se realizó en plena campaña de primarias en el PP. De ahí que no quepa sino relativizarla mucho. Confirma, eso sí, la debilidad en la que se encontraba la formación en el momento de la marcha de Rajoy, quien era bien consciente de la urgente necesidad de un nuevo liderazgo en el partido y de un discurso regenerador para recuperar la confianza de los españoles, tarea comenzada por Pablo Casado. Respecto a los socialistas, hay que subrayar que los encuestadores hicieron su labor en un momento dulce para el Gobierno, arruinado poco después con el baño de realidad que supuso quedarse en la estacada al tumbarle sus socios la senda de estabilidad económica, demostración de que la gobernabilidad resulta inviable.

La fuerte subida que la encuesta otorga al PSOE también pone el foco en el actual responsable del CIS, José Félix Tezanos, un nombramiento que nunca debió producirse para evitar las ahora inevitables sospechas de partidismo que minan la credibilidad del organismo.

La recomposición de fuerzas en el tablero electoral condiciona también las relaciones entre el presidente del Gobierno y el líder del PP, que ayer mantuvieron su primer encuentro. Casado se comprometió a realizar una oposición leal y responsable en cuestiones básicas como la unidad de España, la inmigración, la estabilidad presupuestaria, en línea con las obligaciones que impone la UE, la lucha contra el yihadismo y el mantenimiento de los acuerdos internacionales. Nada sería tan deseable que se alcanzaran pactos en éstas materias. Pero el presidente es rehén de los partidos populistas y nacionalistas que le han aupado a La Moncloa. Y con esos socios y tanta debilidad parlamentaria, nulo margen tiene para hacer política de Estado con mayúsculas, con la falta que hace.