Superhéroes

ABC 11/09/16
LUIS VENTOSO

· Exigimos políticos inhumanos, seres que en realidad no existen

ES cierto que desde los estertores del felipismo hasta fechas recientes la democracia española acumuló tanta roña que hacía falta pasar la bayeta, elevar el listón de la moralidad pública y la ejemplaridad. Y así se ha hecho. De derecha a izquierda, pasando por los sindicatos, casi no queda golfo en política que no haya acabado pillado por la Justicia, que es exasperantemente lenta, pero llega. También se ha endurecido mucho la legislación para prevenir la mangancia (y la ha aprobado Rajoy, con el voto en contra de Sánchez, aunque nunca se le reconocerá). En paralelo, se han elevado enormemente las exigencias éticas de la sociedad española, lo cual era necesario. Pero una cosa es demandar una vida pública limpia y otra pretender que nuestros políticos sean superhéroes que mean agua de colonia en lugar de simples seres humanos.

Reconozcamos que se nos está yendo la pinza con lo que demandamos de nuestros representantes. Deben currar a destajo, sin descansar o bajar la guardia ni un fin de semana (ay del dirigente que se vaya a pasar un puente por ahí con su familia, como hacen millones de españoles, porque si en esos días se produce una tragedia en su ciudad, será machacado, como le ocurrió a Botella por no estar en la capital en la madrugada del drama del Madrid Arena). El político no puede relajarse un minuto, pero tampoco puede cobrar acorde a su inmensa dedicación y responsabilidad. Nos encanta tener líderes mal pagados y nos parece de lo más razonable que un tuercebotas del fútbol de medio pelo, de los que hay docenas, cobre seis veces más que el presidente del Gobierno, un ministro o un alcalde importante. Resultado: la política se llena de mediocres.

Pero las demandas no se acaban ahí. Nada de ojos saltones, ceceos, papadas… Hoy un líder bien valorado debe ser guapete, por supuesto. Tal fue parte de la tarjeta de presentación de Sánchez y Rivera, más lozanos y apolíneos que el viejo Mariano. Gestionar bien resulta anecdótico. Pero es imprescindible que hablen como Cicerón y posean una enorme simpatía personal, que deben desplegar besuqueando bebés, abrazando farolas en tascas, asilos y merenderos, y haciendo el pingo por cuanta tertulia televisa se tercie. Además, tienen que hablar inglés y no fumar puros, y han de ser más honrados que Teresa de Calcuta y más espartanos que san Simeón el Estilita, asceta que se pasó 37 años encaramado en lo alto de una columna.

Con nuestras exigencias actuales, pocos estadistas recordados habrían pasado el corte. ¿Churchill? Borrachín y a veces faltón. No sirve. ¿Kennedy? Mientras nos vendía el sueño de Camelot junto a Jackie, su alcoba era una verbena. Doble moral, queda invalidado. ¿Salvador Allende? Un apasionado de la ropa pija y la mesa cara. Menudo socialista. Nada. ¿Roosevelt? ¿Se imaginan a una persona mayor y enferma dirigiendo la efebocracia española? Imposible. ¿De Gaulle? La arrogancia en estado químicamente puro. Cero. ¿Thatcher? Una determinación insufrible en la era del buenismo. Anatema. ¿Adenauer? Un soseras. ¿El Rey Juan Carlos? Trajo la democracia y la sostuvo, pero eso no es nada comparado con que un día se fue de safari. En fin, que por algo somos el país de Torquemada…