Tanto tiempo de balde

EL MUNDO 08/05/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

 A PEDRO Sánchez le han bastado 6.000 avales menos que su rival para derrotarla políticamente. Miren el mapa. No creo que pueda llegar a secretaria general del PSOE una candidata cuyos apoyos se circunscriben a Andalucía.

Susana tiene detrás a los cuatro secretarios generales anteriores a Pedro: Felipe, Almunia, Zapatero y Rubalcaba, y a los gobernantes autonómicos; qué papelones los de Ximo Puig y Fernández, en cuyos predios ha ganado Sánchez.

Pedro le ha copiado las mañas a Pablo y también las frases, aunque debe andar con ojo. Que Iglesias tache al PP de ser el partido más corrupto de Europa es comprensible. Está entre la metáfora y la simple gilipollez. Que lo haga un candidato del partido que tiene a sus últimos presidentes, Chaves y Griñán, sentados en el banquillo por los Eres, es otro cantar. Recordará Pedro, y si no para eso estamos, que el fiscal general del zapaterismo, el Cándido Conde de Pompidou, fue el último que contó la corrupción por barrios en causas judiciales: 264 casos del PSOE frente a 200 del PP en el año 2009. Sánchez también ha copiado las artimañas: ofrecerle a Patxi un hueco en su candidatura en público, antes de negociar con el interesado, exactamente lo mismo que hizo Pablo con él en febrero del año pasado.

Zapatero fue el peor presidente del Gobierno desde Francisco Largo Caballero. Pedro Sánchez ha sido el peor secretario general del PSOE desde Largo. No hay motivos para la esperanza en Susana Díaz, y López no cuenta en la carrera. La diferencia no está en el talento, sino en que la baronesa se proclama fiel al 78, y al espíritu de la Constitución, mientras Sánchez, como en su día Largo, pretende echar a la derecha del sistema. No hay otra declaración programática en Sánchez que la simpleza tautológica: «No es no». Alfonso Guerra lo clavó hace unos meses: «El odio a la derecha no puede ser el programa del PSOE». De ahí mi afición a los clásicos. Lo de Pedro es la vida de Brian: para ser del Frente Popular de Judea «hay que odiar de verdad a los romanos».

Largo Caballero era un obrero estuquista, ¿o era tal vez espartaquista? Como Sánchez Pérez Castejón, no destacaba por sus prendas intelectuales, por más que los comunistas le llamaran «el Lenin español» para halagarlo. Y parece que lo conseguían. Largo, un factor necesario para alejar a la República de los usos democráticos, rompió en 1933 la coalición republicano-socialista. Lo suyo era tan clamoroso que el mismísimo Stalin le escribió para recomendarle que cuidase las apariencias democrático-burguesas de la República, a lo que Largo respondió que el parlamentarismo tiene «escaso predicamento entre nosotros».

En el PSOE siempre ha habido una tentación rupturista, que en 1932 estaba encarnada por Largo y ahora por Sánchez. Ochenta y cinco años de balde para el socialismo español. Quienes lo conocimos con Felipe González estábamos mal acostumbrados a un PSOE democrático, constitucionalista y de una cierta coherencia. Pero el mismo Largo Caballero que rompió radicalmente con Azaña en 1933, había apoyado al dictador Primo de Rivera cuatro años antes.

Recordarán el mitin de junio de 2015 en el que Pedro, hace casi dos años, se presentó de traje y corbata, con aquí su señora de rojo, sobre un fondo de gran bandera española. Cuatro meses después, hace año y medio, le dijo a Susana Griso que Cataluña no era una nación. La semana pasada, Cataluña era una nación y España, una nación de naciones. Sólo en el mismo sentido que el PSOE es un partido de partidos. ¿Federalismo? No, una colcha de retales, moda patchwork.