ARCADI ESPADA-EL MUNDO

Pasó el Gobierno por el juicio. El Gobierno del Estado. El de la Generalidad lleva allí desde el comienzo. Una de las características invisibles del juicio es que una parte del Estado está juzgando a otra y que lo que se juzga es la presunta traición al Estado democrático de los que tenían que guardarle lealtad. Cuando la exvicepresidenta del Gobierno, Sáenz de Santamaría, tomó asiento tenía a un lado al exvicepresidente del Gobierno catalán, Junqueras. Tiempo atrás los dos habían tenido una intensa relación política. Ahora la vicepresidenta iba a declarar con la finalidad de apuntalar los graves cargos que pesan contra él. Cualquier lector de novelas periodísticas sabe hasta qué punto los vicepresidentas, como diría la añorada Anna Gabriel, tejieron una trama de complicidades que iba a resolver para los próximos siglos el problema catalán. Bah. Ahora, bajo juramento, ella dice que se vieron tres veces anodinas. Que él solo quería el sexo del referéndum y ella el amor lento de los trenes de cercanías. Por su descripción deduje que en el tercer encuentro ya ni hablaron, y se limitarían a dejar pasar el tiempo en silencio para no alarmar con una salida abrupta a los periodistas.

Había puesto grandes esperanzas en este día, lo confieso. Por fin íbamos a ver The Situation Room del Proceso. La sala de emergencias del Gobierno Rajoy ante el más grave desafío a la democracia española. Cualquiera recuerda aquella foto: Obama, Biden y Hillary rodeados de civiles y militares mirando atentamente a una pantalla donde van a matar a Bin Laden. Hillary se tapa la boca y el horror con la mano. Yo empecé a tapármela en los primeros compases del encuentro entre la exvicepresidenta y el abogado de Forn.

La vicepresidenta había dicho que el 155 depuró a fondo el departamento de Interior, por especialmente culpable. El abogado tiene la necesidad contraria: demostrar que ni los Mossos ni su jefe traicionaron al Estado. Para ello se afanó en probar dos cosas. La primera es que si el Gobierno desplazó solo seis mil hombres a Cataluña, diez días antes del referéndum, es porque sabía que los Mossos eran leales. Seis mil hombres podían hacer tareas de apoyo, pero no de sustitución. La segunda alude a la presunta pasividad de la policía autonómica a la hora de impedir el referéndum del 1 de octubre. La defensa de Forn esgrime cual detente bala la instrucción dada por el secretario de Estado, Nieto, a las fuerzas de seguridad, en cumplimiento de la resolución del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de impedir las votaciones. La instrucción, dada dos días antes de las votaciones, incluye esta frase: «Toda intervención debe estar presidida por la premisa general de priorizar la seguridad, tanto de los efectivos policiales como de los ciudadanos, sobre la eficacia». Claro está que también incluye esta descripción del primer objetivo de la instrucción: «Impedir o paralizar la preparación del referéndum».

Hasta el interrogatorio la exvicepresidenta se había expresado con soltura política. Pero todo cambió cuando el abogado le exigió que se atuviera a los hechos. La encargada especial de los asuntos de Cataluña podía haber discutido perfectamente las intenciones de la defensa. Pero hacía falta una premisa: debía conocer los hechos en que se basaban. Y demostró que no conocía, o había olvidado, la instrucción del secretario de Estado y tampoco supo dar explicaciones sobre el hecho de que un gobierno temeroso de la deslealtad de los Mossos trasladara un contingente tan insuficiente a Cataluña. A las preguntas posteriores del abogado Pina demostró desconocer algo peor. Y es que la llegada de esos efectivos no fue consecuencia, como dijo, de la peligrosa concentración del 20 de septiembre ante el departamento de Economía: la solicitud de atraque del célebre barco Piolín que los trasladaba a Cataluña se había hecho con anterioridad a ese día.

Menos mal que a las cuatro de la tarde entró el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy en la Sala y dijo que él nada sabía del operativo policial del 1 de octubre. Y que no dio orden de actuar, cuando actuó, ni orden de parar, cuando paró, porque no era en absoluto asunto suyo.