Tiempo de arena

IGNACIO CAMACHO – ABC – 21/03/16

· A medida que se acerque la hora de las urnas, la izquierda sentirá la ansiedad de tocar el poder con las manos.

Algo se mueve. Hay como un eco lejano de pasos, un rumor sordo bajo las músicas procesionales de marzo. Tres meses después de las elecciones se aproxima el tramo decisivo, ése en el que el vértigo afloja reticencias, precipita decisiones, impulsa saltos. La próxima luna, la de abril, se anuncia rodeada de presagios.

Atrincherado en su estrategia de resistencia pasiva, Mariano Rajoy libra la que tal vez sea su última batalla de plazos. Una vez más se ha jugado su carrera a un desafío de paciencia contra el calendario. Hasta ahora, mal que bien, los ha ganado todos a base de resignar la iniciativa y aguantar, de hacer girar el escenario a su alrededor, de esperar que los demás bailen hasta el cansancio.

En esta oportunidad, vetado desde el principio por Sánchez, le ha cedido a éste todo el espacio para buscar su desgaste y provocar en la gente una sensación de hartazgo. Ha dado orden de inmovilidad absoluta, todo parado. La incomprensible negativa a que el Gobierno comparezca en las Cortes sólo trata incrementar ese efecto de vacío, hacer visible un estado de catatonia política que desconcierte a los adversarios. Su única baza es la repetición electoral y pretende llegar a ella como la alternativa frente al caos.

Pero queda demasiado tiempo. Seis semanas son una eternidad cuando corren hacia atrás. Es muy difícil que no pase nada, que los demás actores se desfonden en el vaivén de su tráfago. El caer de los días va a relajar muchas tiranteces que todavía parecen rígidas, insalvables. A medida que se acerque la hora de las urnas la izquierda sentirá la ansiedad de tocar el poder con las manos. Sánchez está volviendo al coqueteo con Podemos; cada minuto pierde más la serenidad que parecía haberle proporcionado el pacto insuficiente con Rivera. Iglesias sufre castigo demoscópico por sus quilombos internos y ambos saben que a flema no van a ganar a Rajoy, un estoico existencial.

En algún momento puede brotar de la mutua desconfianza un acuerdo de mínimos amalgamado por la necesidad y el miedo a perder. En estos meses se han movido con una agitación bisoña y han cometido numerosos errores. Ante el paso atrás del presidente han puesto al descubierto sus puntos débiles y ninguno de ellos está decidido, en el fondo, a volverse a someter al veredicto de los ciudadanos.

El punto débil de la estrategia marianista reside en que en esta ocasión se trata de una actitud forzosa; el desenlace no depende de él. Acostumbrado a resistir, intenta convertir en virtud el problema de no tener a su alcance el control de las soluciones. Se ha sentado en la Moncloa con un reloj de arena encima de la mesa y sin nada mejor que hacer se ha puesto a mirar cómo se precipitan los gránulos. Pero en cualquier momento, antes de que caiga el último, un ordenanza puede avisar de que un camión de mudanzas espera a la puerta del palacio.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 21/03/16