Tiempo de descuento

ABC – 21/04/16 – IGNACIO CAMACHO

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· En esta prematura fanfarria electoral hay una cierta falta de respeto a los tiempos y las formas de una democracia.

En esa fanfarria electoral que suena en la política española hay algo de falta de respeto a los tiempos y las formas, que por su carácter simbólico resultan esenciales en el sistema de símbolos que es una democracia. Después de haber desperdiciado cuatro meses, los partidos bien pueden esperar una semana. Están ninguneando el papel constitucional de la Corona como jefatura del Estado, y sobre todo menosprecian el sentido de los plazos que ellos mismos dieron en fijar. Se han puesto a muñir listas, entregar dádivas, debatir primarias y urdir coaliciones.

Al dar por fallido el ciclo de la investidura manifiestan un evidente desdén por el diálogo que tantas veces han proclamado como panacea. El mensaje es inequívoco: no les gustó o no entendieron el resultado de las urnas y quieren que los españoles se lo aclaren en una segunda vuelta, pero sin ofrecerles más pistas que una colección de vetos y de fracasos.

El Congreso ha bajado el telón con un aire resignado de postrimerías, preparando su propia clausura en un clima de despedida anticipada que no ha evitado putaditas rencorosas, puñaladas de pícaro y pellizcos de monja en el reparto de los sillones de transición y las pequeñas prebendas provisorias. La legislatura de la nueva política se parece demasiado a las de la antigua, sólo que con más postureo y más oquedad; su probable autodisolución apenas dejará una vaporosa estela de imposturas estériles y anecdóticas.

Lo que han demostrado estos meses de bloqueo es que la renovación es sólo nominal; el debate político no sabe trascender el eje ideológico –izquierda contra derecha– que los nuevos dirigentes habían impugnado. Sólo Ciudadanos ha intentado tender un puente sin masa crítica ni cimientos; el resto sigue apegado a la vieja dialéctica, que a la postre será la que decida las siguientes elecciones, si llega a haberlas. Este colapso ha sido en realidad una llamada al voto útil, dado que la quiebra del bipartidismo ha fraccionado la correlación de fuerzas pero sin modificar en la práctica la alineación de bloques.

Ni siquiera ha evitado que los nacionalistas sigan siendo decisivos en la formación de mayorías. Por eso aprovechan estos minutos de la basura para dejarse caer por el mercado negro, el de las compraventas de apoyos y los chalaneos de influencia; barruntan que pueden pescar en la desesperación de la cuenta atrás y echan la red hasta en La Moncloa a ver si cae algo. Para ellos no hay «líneas rojas» –gran topicazo de moda– mientras al contar los escaños puedan continuar sintiéndose necesarios.

Con todo, el prematuro trasiego de precampaña es imprudente porque ignora el valor del tiempo de descuento, ese horror vacui que propicia desenlaces inesperados. En su ímpetu por lanzarse a pegar carteles, alguno debería meditar sobre la posibilidad, remota pero no inverosímil, de quedarse con los pasquines en la mano.

ABC – 21/04/16 – IGNACIO CAMACHO