JON JUARISTI-ABC

Los secesionismos serán los grandes beneficiarios de la presente crisis

CON precisión monzónica, estallan cada día las tormentas vespertinas sobre Madrid, hacia las siete de la tarde. Definitivamente, parece confirmarse que este verano que viene será duro. Tempestuoso. Lo siento por los propietarios de chalet con piscina, por los nuevos y por los viejos. Poco podrán aprovecharla bajo la furia eléctrica de los cielos. Grande es Dios en el Sinaí, que decía don Emilio Castelar.

Las borrascas se han trasladado al interior del Parlamento, animando considerablemente el cotarro. El mortecino Rajoy de las comparecencias que siguieron a la detención de Zaplana ha arremetido como un jabato contra Pedro Sánchez después de que este anunciara la presentación de la moción de censura. Un gesto honroso frente a lo irremediable. La legislatura morirá en cuestión de semanas, a manos del Frente Popular o de Ciudadanos, y es preferible que sean los de Albert Rivera los enterradores. Como hacían los demócratas estadounidenses de la época de Roosevelt y Truman, según observa Mark Lilla en su último ensayo («El regreso liberal», Debate, 2018), los de Ciudadanos no tienen todavía problema en levantarse cuando suena el himno nacional, aunque sea con la letra de Marta Sánchez.

Rajoy no es Castelar, pero cuando se mosquea de verdad merece la pena despertar de la siesta. Su andanada más digna de recordación fue aquella que concluyó tachando a Sánchez de miserable, en un debate con Campo Vidal como moderador rebasado por la retórica guerracivilista del dirigente del PSOE. A falta de elocución florida, Rajoy estuvo brillante en la precisión y justicia de sus epítetos. Como lo ha estado el pasado viernes en su valoración de esta moción de censura a mayor gloria de Sánchez (Pedro, no Marta). Lástima que no se haya prodigado en momentos parecidos a lo largo de sus presidencias. Ya es tarde para la batalla, la guerra se ha perdido. En todos los frentes. Eso es lo que tiene la pachorra. El arte chino de la guerra aconseja evitar los enfrentamientos armados con el enemigo, pero advierte que para ello es imprescindible mover tus tropas, cosa que Rajoy nunca ha hecho.

Y ahora, como de costumbre en tiempos de las grandes crisis políticas en España, todo el mundo mira a los secesionistas vascos y catalanes. ¿A quién darán su apoyo? ¿A la fortaleza sitiada o a los sitiadores? En fin, ¿cómo se pretende que exista una nación española cuando los partidos supuestamente nacionales se despepitan por aliarse con los separatistas para destruirse entre sí?

¿A quién apoyarán los partidarios de romper España? Los que decidirán sobre esta cuestión serán los más paradójicos entre ellos, vale decir el PNV. Paradójicos, porque, en realidad, no quieren que España se rompa, sino tenerla a su servicio como cajero automático y chica para todo. El PNV debe de andar sopesando las ventajas e inconvenientes de cada una de las opciones. Acaba de pactar con el Gobierno los presupuestos y las contrapartidas que ya conocemos (y seguramente otras que no), pero está ya libre de compromisos. ¿Le interesa entrar en el Frente Popular diseñado por Sánchez? No creo. El riesgo inmediato de un Gobierno del PSOE en minoría no es tanto la independencia de Cataluña como la concesión a esta de un régimen de conciertos económicos similar al vasco, y tal perspectiva no le gusta nada al PNV. Según la lectura abertzale del evangelio, una chica para todo no puede servir a dos señoras.

Pero tampoco creo que el PNV tenga interés alguno en sostener a Rajoy, al que ya ha sacado todo lo que podía darle. Esperará a las elecciones. La dispersión del voto obligará a formar coaliciones de gobierno, y el PNV, como siempre ha hecho, dará su apoyo al mejor postor