Tonia Etxarri-El Mundo

El Gobierno en funciones se comprometió a tomar el control en Cataluña si había disturbios. Y los ha habido. Con un presidente de la Generalitat que jalea a los saboteadores violentos mientras envía a los mossos a disolverlos, pero con cuidado. Que son de casa: CDR y Tsunamis. No es esquizofrenia, ni trastorno bipolar. Se trata, simplemente, de tensar al máximo el pulso con el Estado que quiere destruir. Que empeoren las cosas y pueda convocar elecciones autonómicas forzando el victimismo que suele dar rédito electoral.

Pedro Sánchez se reunió ayer con Casado, Iglesias y Rivera sin acabar de concretar un plan de defensa constitucionalista. Por eso, el dirigente del PP reconoció su preocupación al haber visto a Sánchez desbordado por los acontecimientos. Desbordado, no sé, pero corregido, desde luego. Horas después de que Carmen Calvo hubiera asegurado que en Cataluña reinaba un clima de «normalidad», el Ejecutivo tuvo que dar un giro reconociendo la gravedad de los hechos.

Pero a los gobiernos de turno les ha costado reconocer la magnitud del problema. Y, ante su incomparecencia, los independentistas han aprovechado el tiempo. En su labor de adoctrinamiento y manipulación. La violencia de estos días, aunque está protagonizada por una minoría, es fruto de la educación en el odio que se ha impartido durante muchos años.

Los parches gubernamentales no han servido para enderezar la situación.Calvo llegó a sostener que, gracias a los socialistas, se había recuperado «la normalidad que se había perdido» en Cataluña. Y ya estamos viendo ahora la normalidad. La dejación sigue. Con idéntico aplomo, Ábalos dijo ayer que los socialistas han «frenado al independentismo». ¿Seguro? ¿En qué país ha pernoctado las últimas noches este ministro?

En medio de esta ceguera sigue coleando la pregunta del millón: ¿Torra debe seguir al mando de la Generalitat y de los CDR? Margarita Robles no lo duda. Sostiene que Torra ha perdido cualquier legitimidad «si es que alguna vez la tuvo» para ser presidente de la Generalitat. Después de todo lo que hemos aprendido con la lectura de la sentencia, hay quien se plantea si a Torra no habría que denunciarlo por rebelión. Él habla de «pacifismo». Es una estrategia de defensa. Pero lo que vemos en las calles es que sus protegidos promocionan la violencia. Y él los anima.