Luis Garicano- El Confidencial
La incertidumbre tiene costes reales para todos: retrasa las decisiones de inversión y hace que los inversores se muevan a lugares más favorables y seguros

Las noticias que acabamos de conocer sobre la primera caída del empleo registrado (tras corregir el efecto estacional) desde 2013 confirman que la desaceleración económica está siendo más intensa de lo anticipado. La caída de los indicadores de confianza de los directivos (PMI), la reducción de las ventas minoristas y el derrumbe del turismo y las pernoctaciones apuntan a un complicado trimestre y final del año, así como a un crecimiento del PIB en los próximos meses que puede no ser suficiente para reducir el desempleo de manera significativa.

Todo esto se produce en un contexto económico que se está complicando. El precio de las materias primas está subiendo considerablemente (un 50%, en el caso del petróleo, en un año), llevando a máximos históricos el precio de la luz. Los dos bancos centrales más relevantes para nosotros, el BCE y la Fed, han anunciado cambios importantes. La Fed está ya subiendo los tipos de interés, con las ya (desgraciadamente) habituales consecuencias sobre las economías que continúan sobreendeudándose en dólares. EL BCE anunció en su consejo en Riga de junio que cesará de comprar nueva deuda pública a finales de año, siguiendo el camino iniciado por los demás bancos centrales. Además, el BCE también ha anunciado que empezará a subir los tipos a partir del próximo verano, lo que encarecerá las condiciones financieras para nuestros hogares y empresas, muchos de los cuales aún no han reducido su deuda lo suficiente.

 

A la vez, un contexto económico y político extremadamente preocupante debido al crecimiento del nacional-populismo en tres lugares clave para nuestra economía: en EEUU, que se ha convertido en un enorme factor de inestabilidad, con la amenaza constante de una guerra comercial global; en Italia, que amenaza de una forma mucho mayor que las crisis de deuda de 2010-2012 a la sostenibilidad del euro, y en Cataluña, donde el Govern ve la inestabilidad económica y política de España como un objetivo en vez de como un problema. Cómo un Govern que tiene como objetivo principal hundir a España puede ser el apoyo principal de un Gobierno de España es pregunta para otro momento.

En este contexto, el Gobierno español es un enorme factor de preocupación, en lugar de serlo de estabilidad. Con una fuerza parlamentaria muy insuficiente, 84 escaños, ha sustituido la acción para sanar y reformar la aún maltrecha economía española por acciones de cara a la galería. Kennedy iba en avión para resolver problemas. Sánchez, en su búsqueda de imitarle, va en avión para hacerse fotos con gafas de sol y parecer muy ‘cool’.

El Gobierno no tiene capacidad de acción, no solo porque no tiene un apoyo sólido en el Parlamento sino porque ha sido elegido sin un programa de gobierno y, así, en un mismo día se le ocurren las iniciativas y sus contrarias. Cuando Sánchez fue elegido quería elecciones, al día siguiente, no. Luego, el Gobierno pasó días anunciando inminentes cambios en la Constitución, generando titulares del tipo “El Gobierno cambiará la Constitución para…” que más tarde olvidó (imaginen cómo un Gobierno que logró por los pelos su mayoría para un asalto conjunto a RTVE va a cambiar la Constitución). El impuesto a la banca estaba hecho; ahora es el de transacciones financieras. El impuesto al diésel también estaba hecho, pero el mismo día la ministra afirmó que era un globo sonda. El Valle de los Caídos sería un lugar de reconciliación, pero en realidad no, y así todo. Estos días escuchamos también anuncios contradictorios sobre subidas en el impuesto sobre la renta y sociedades.

Más allá del absurdo que supone no tener un programa de gobierno, la incertidumbre tiene costes reales para todos: retrasa las decisiones de inversión y hace que los inversores se muevan a lugares más favorables y seguros, como nos ha enseñado el caso del Brexit.

Las iniciativas que este Gobierno está logrando sacar adelante son de dos tipos. Algunas son puramente cosméticas, sin impacto alguno para la vida de los españoles, pero que sirven para ‘marcar ideología’, para dejar claro a sus votantes que gobiernan los suyos. Las otras, los famosos ‘dedazos’ de Sánchez, buscan crear una extensa red clientelar que permita al presidente temporal contar con sólidos apoyos en su partido y superar el pecado original de su elección. Nunca tantos debieron tantos enchufes a tan pocos diputados. Una corrupción ‘blanda’, antesala de la ‘dura’, en completa contradicción con el discurso que motivó la moción de censura.

Lo que falta en el torrente de anuncios contradictorios son iniciativas capaces de enfrentar los problemas clave de la aún maltrecha economía española, las iniciativas que nos pueden ayudar a resolver los problemas que limitan nuestro potencial de crecimiento.

Lo que falta entre los anuncios contradictorios son iniciativas capaces de enfrentar los problemas clave de la aún maltrecha economía española

Es sabido por todos que España tiene cuatro problemas estructurales clave: una demografía muy desfavorable, que dificulta la sostenibilidad del Estado del bienestar; un nivel elevadísimo de deuda (debemos lo mismo que producimos cada año), que se llevará cuatro puntos de PIB a medio plazo y que hace muy difícil enfrentar el problema demográfico (empezamos a enfrentar el problema demográfico con una mala situación de salida); una productividad bajísima, que hace difícil a la economía pagar los salarios que todos desearíamos, y un mercado de trabajo extremadamente disfuncional, que condena a muchas personas a vivir en la precariedad y limita la inversión de todos en formación.

Escuchen bien los anuncios: ninguna medida propuesta ha ido destinada a resolver estos problemas. ¿Por qué? Muy sencillo: a la coalición que apoya el Gobierno no le interesa resolver ninguno de ellos. El teatro populista es lo único que les une.

Nos enfrentamos por tanto a dos años de gestos, de hacer como que gobiernan, pero sin enfrentar ninguno de los problemas de fondo

Nos enfrentamos por tanto a dos años de gestos, de hacer como que gobiernan, pero sin enfrentar ninguno de los problemas de fondo. Dadas las corrientes de fondo, la fragilidad política y económica que nos rodea, y la vulnerabilidad de la economía española, es absurdo dejar pasar más oportunidades. España es como un barco que tiene boquetes y vías de agua sin reparar de la tormenta anterior. El problema es que el capitán, divisando una enorme tempestad en el horizonte, prefiere invitar a sus marineros a más aguardiente para evitar que protesten, en vez de organizarlos e inspirarlos para reparar los boquetes antes de que empiece la tormenta.

Hace muy pocos años, los inversores mundiales trataban a España como un país del tercer mundo, nadie quería comprar ningún activo español. Los españoles, con muchos sacrificios, han conseguido volver a levantarse, internacionalizar las empresas y volver a crear empleo. Dos años de inacción y de decisiones populistas que dependen en cada votación del apoyo de Quim Torra y Pablo Iglesias pondrán en peligro tantos y tantos esfuerzos realizados por los españoles en los últimos años.

*Luis Garicano, responsable de Economía y Empleo de Ciudadanos.