TONIA ETXARRI-El Correo

El PNV es consciente de las complicaciones que hubiera supuesto dejar a Rajoy con las Cuentas prorrogadas y exponerse a unas elecciones

La apuesta del PNV por el soberanismo en el Parlamento vasco es de alto riesgo

Se trataba de poder explicarlo. El PNV no podía dejar pasar la oportunidad de los 540 millones en inversiones para infraestructuras en Euskadi, ni la mejora de las pensiones, equiparadas al IPC para toda España. Y ha preferido traspasar su propia ‘línea roja’: el artículo 155, que sigue vigente en Cataluña por obra y gracia del incendiario presidente de la Generalitat, Quim Torra.

El mandatario catalán, con el nombramiento de cuatro consejeros incapacitados para cumplir con sus funciones de gobierno por encontrarse fugados de la justicia o en prisión provisional, estuvo a punto de estropear la ‘hoja de ruta’ de Mariano Rajoy con los Presupuestos. Que no era otra que la retirada del 155 en cuanto se constituyera una Generalitat viable, aunque fuera para volverlo a aplicar a la primera ilegalidad que hubieran cometido los nuevos gobernantes catalanes. Y en ese paréntesis el PNV podría haber facilitado la aprobación de las Cuentas públicas sin tener que buscar grandes justificaciones.

Pero la alternativa al bloqueo presupuestario era tan incierta para los intereses generales si el Gobierno central se quedaba con unas Cuentas prorrogadas y tan inconveniente para los intereses del PNV si se convocaban elecciones con la posible victoria de Albert Rivera, tan opuesto al Concierto y al Cupo que el partido dirigido por Andoni Ortuzar, con la complicidad del lehendakari Urkullu, facilitó que la aprobación de las Cuentas no dependiera de una cuestión tan ajena como el desafío secesionista de Cataluña. Que está condicionando la política general de todo el país, desde luego, pero los partidos responsables no podían resignarse a que la conjura de los rupturistas catalanes terminara por contaminarlo todo.

El PNV asegura, en su propio descargo, que la desactivación del artículo 155 está al caer. Por lo tanto su incumplimiento de la palabra dada es temporal. Aunque Quim Torra, que acaba de emprender acciones legales contra el Gobierno central, no lo sepa y esté buscando, también, cómo podría explicar una posible rectificación de su plan de choque. De momento, el PNV ha vuelto a sortear las presiones recibidas. No solo del propio Quim Torra, que quiso condicionarlo diciendo que son «gente de honor» en un intento de incluir a todos «los vascos» en un solo partido. También de EH Bildu. Pero, en lugar de dejarse arrastrar por la izquierda abertzale, como acabó haciendo Convergència con ERC y la CUP, ha preferido practicar el pragmatismo en el Congreso con una compensación en el Parlamento vasco. Su propuesta de lo que será el nuevo Estatuto tiene un perfil soberanista. Con una definición del pueblo vasco como nación. Con una clasificación diferencial entre nacionalidad vasca y vecindad administrativa. Con su derecho a decidir, explicado de otra manera. Con la única compañía de EH Bildu. Porque ni Elkarrekin Podemos se suma a una propuesta que se salta el marco constitucional al arrogarse, entre otras cosas, la capacidad para convocar referéndums sobre su relación con el Estado.

El PNV, cuando eligió el incremento de las pensiones como moneda de cambio en la negociación presupuestaria, se lanzó con red al hacerse eco de una de las principales causas de movilización en todo el país. Ahora da un triple salto mortal. Pragmático en Madrid y rupturista en Vitoria. Una pirueta de ingeniería. Apostar por el soberanismo podrá satisfacer a la izquierda abertzale pero éste no es el escenario de consenso y transversalidad que proclama el lehendakari para el nuevo Estatuto vasco.