ABC-LUIS VENTOSO

Las encuestas no van como esperaba, así que Sánchez dispara el gasto público para remontar

COMO vivimos en un país dicharachero y anumérico no se ha hecho ni caso. Pero la semana pasada el Banco de España lanzó su enésima alerta sobre que el sistema de pensiones puede irse al carajo si no se toman medidas ya. El modelo actual entrará en coma con el aumento de la esperanza de vida y la incorporación de la enorme generación de los babyboomers (nuestros padres eran más valientes y menos egoístas que nosotros y se atrevían a tener hijos, que pronto se convertirán en un aluvión de pensionistas a los que habrá que pagar). Cada vez habrá más beneficiarios y si no se hace nada la factura resultará una losa insoportable. Es una sencilla cuestión matemática: la población mayor de 65 años supone hoy el 30% del total, pero en 2050 será más de la mitad. El gasto en pensiones contributivas suponía en 2007 el 7,4% del PIB. Hoy ya es el 10,6%, y seguirá subiendo. ¿Qué medidas ha adoptado el Gobierno de Sánchez para hacer frente a tan agudo problema contable? Pues disparar el gasto en pensiones referenciándolas al IPC, cuando el país simplemente no se lo puede permitir. Tal es la promesa electoral con que ha abierto la semana el eventual presidente (y ningún partido se ha atrevido a señalar lo evidente, que es un disparate, porque las verdades incómodas no dan votos).

A pesar de los clímax demoscópicos de Tezanos, parece que la jugada de repetir las elecciones podría salirle rana al PSOE. Cunde cierto nerviosismo en Moncloa y Ferraz, porque los escaños vaticinados por el MasterChef del CIS todavía no florecen. Así que Sánchez se ha visto forzado a aparecer hasta en la sopa. Sin que haya comenzado la campaña, sale a dos mítines y una entrevista por día. Se trata de una estrategia legítima. Lo que ya no es normal es que todos los españoles le paguemos su propaganda, y eso es exactamente lo que está sucediendo. Fiel a aquella memorable máxima de la filósofa Carmen Calvo («el dinero público no es de nadie»), Sánchez está comprometiendo el gasto público de manera irresponsable con el objetivo de comprar votos. Cada día un obsequio. Subida de las pensiones con el IPC. Subida salarial para los funcionarios. Más subsidios para el campo andaluz y extremeño, haciendo así justo lo contrario de lo que hay que hacer (en lugar de ir desmontando una subcultura de la subvención que adormece la iniciativa, lo que hace para asegurarse votos cautivos es cebarla todavía más a costa de los impuestos de todos).

Supone una gamberrada antidemocrática que un presidente en funciones dispare el gasto público para pagarse su campaña disparando con pólvora del rey. Y muestra nulos escrúpulos al hacerlo justamente cuando la OCDE advierte que la economía española se está debilitando más que la de la eurozona y cuando el FMI vislumbra una crisis global. A Sánchez solo le importa el buen futuro… de Sánchez, no hay más. Pero volverá a ganar si el voto de la oposición no se reagrupa, en lugar de dilapidarse en populismos efectistas de desahogo grande y utilidad canija.