Un año de balde

EL MUNDO 30/12/16
SANTIAGO GONZÁLEZ

Mañana termina un año de balde para la política española. Sólo ha servido para que Mariano Rajoy se haya consolidado en su papel de Don Antonio, el maestro de Crónicas de un pueblo, frente a los tres párvulos que tenía en la oposición. De entre ellos cabe destacar el fracaso de Sánchez, que fue el candidato del primer partido (menguante) de la oposición.

Han pasado tres meses desde aquel 1 de octubre en que perdió la Secretaría General. A quién se le ocurre convocar el Comité Federal en lo que antaño fue el Día del Caudillo. Zapatero tuvo la ocurrencia de convocar unas elecciones el 20-N, 36º aniversario del óbito, y el PP ganó su mayoría absoluta más cuajada. Valía más no jugar con el simbolismo de las fechas, que las carga el diablo.

Sánchez ha sido el peor de los secretarios generales del PSOE en toda su historia. Peor que Zapatero, al que ha hecho ascender al penúltimo lugar en la escala de las incompetencias. Tanto peor que no hay comparación posible. Pedro Sánchez ha ejercido dos años sin otro programa que odiar de verdad a los romanos, como si fuera el presidente del Frente Popular de Judea en La vida de Brian. Alfonso Guerra explicó con sencillez y claridad que «el odio a la derecha no puede ser el programa del PSOE». No es que él sea menos sectario o no crea que el PP merece ser odiado, sino que forzosamente un programa tan primario había de resolverse en tautología: «no es no».

Anunció su intención de recorrerse en coche todas las Españas para levantar a la militancia, entelequia de los socialdemócratas españoles tan modernista como los andares de Angelines (Sara Lezana) en El extraño viaje. En tres meses sólo ha podido ir a Chirivella y a la mina del Entrego. A Forrest Gump le cundió más del Atlántico al Pacífico y vuelta, mientras sumaba adeptos. Sánchez los ha ido perdiendo. Ni siquiera él se ha presentado en la reunión de los 68 alcaldes y cargos medios que se citaron en Madrid para proclamarle «el mejor candidato para recuperar la ilusión de la militancia», según reza el manifiesto. Virgensanta, hace falta ser sanchista.

Frente a Sánchez, uno cree que Javier Fernández es persona adulta y comprende el deseo de atrasar el congreso hasta el verano si es posible. Uno ya escribió en su día, cuando Zapatero tomó el olivo y puso como doble de luces al sufrido Rubalcaba, que aquello necesitaba obra mayor: colgar en Ferraz el cartel del «la familia (socialista) no recibe» y dedicar algunos meses a reflexionar sobre el hundimiento del zapaterismo, las malas perspectivas del socialismo, el papel de la socialdemocracia en los tiempos venideros y la refundación del viejo PSOE.

No pudo ser, uno a López no lo ve, y el tiempo de la Gestora es la facilidad que está dando a Pedro para que se diluya en sus inconsistencias. Su negativa a postularse hasta que se convoque el congreso sin tener un papel aumentará su irrelevancia. El quietismo sólo beneficia a Rajoy, que sí tiene un papel. En este año ha sido presidente en funciones. El problema de la Gestora es que aún se temen que el pobre Sánchez repita la leyenda del Cid o la de SleepyHollow.Ese temor es la medida de la gravedad en la crisis del PSOE, que va a tener, me temo, otro año de balde.