Un catalanismo no soberanista

ANTONI FERNÀNDEZ TEIXIDÓ – EL CONFIDENCIAL – 22/04/17

· Resulta ineludible configurar con determinación un espacio político propio de un catalanismo no soberanista, que responda con inteligencia a los enormes retos del siglo XXI.

En el contexto político que vive Cataluña, descrito ampliamente en artículos anteriores para El Confidencial, el Govern catalán y las fuerzas independentistas poseen un escaso margen de maniobra para continuar con su hoja de ruta. Paradójicamente, tampoco lo tienen para renunciar a la independencia. Teniendo clara la percepción de que la política del Gobierno español pone en una situación límite al Govern, el presidente Puigdemont tratará de convocar el referéndum. Más aún, en la última semana ha intensificado las reuniones y los acuerdos para cerrar filas. Se trata de disipar cualquier duda a la hora de actuar y demostrar que no hay discrepancias en el seno de los separatistas. Las hay, pero no se formulan explícitamente.

El vicepresidente Junqueras ha ido más lejos. Ha asegurado que en el caso de que el Gobierno español impida el referéndum, la Declaración Unilateral de Independencia podría ser la solución que desbloquee la actual situación. Esta posibilidad, ha recordado, forma parte del programa electoral de Junts pel Sí.

Aunque se cree en general que ante el abismo los hombres suelen frenar, no siempre es así. A pesar de las dificultades que el cumplimiento de la mencionada hoja de ruta conlleva y las graves consecuencias que puede tener para la ciudadanía, si prestamos la debida atención a las declaraciones de los dirigentes independentistas, el referéndum se convocará, se celebrará y se ganará. Están en su derecho de pensarlo.

Es verdad que en privado dicen cosas diferentes pero creo en la responsabilidad de los políticos de Cataluña y me guio por lo que dicen y hacen públicamente. He señalado, con un punto de reiteración, que la única alternativa para hacer frente a la delicada encrucijada sería una convocatoria anticipada de elecciones. Y puede hacerse, consensuadamente, entre todas las fuerzas políticas catalanas para posibilitar una nueva evaluación del estado de la cuestión. Se trata, una vez más, de que los ciudadanos decidan. No hace falta insistir en la idoneidad de este planteamiento.

¿Qué tipo de partido sería necesario para aportar elementos suficientes de racionalidad y compromiso en la hora presente? Pienso, como otros muchos catalanes, que resulta ineludible configurar con determinación un espacio político propio de un catalanismo no soberanista, que responda con inteligencia a los enormes retos de la segunda década del siglo XXI. Un catalanismo que haya aprendido todas y cada una de las múltiples lecciones que se desprenden del largo ‘procés’. Que, sin dramatismo, apueste por el autogobierno de Cataluña en un evolucionado marco de relaciones con España. Sabiendo que, en función de la actual correlación de fuerzas, ello pasa, obligatoriamente, por la negociación, el diálogo, la obtención y cesión de sólidas contrapartidas. Un nuevo clima para unas viejas aspiraciones.

Creo, sinceramente, que este espacio político responde al anhelo y las expectativas de miles y miles de catalanes que quieren lo mejor para Cataluña y no desean aventuras con finales inciertos. Son muchos los puntos de vista y los matices que configuran hoy la atinada respuesta que queremos dar los catalanes, pero el denominador común debería ser la imprescindible negociación.

Cataluña no obtendrá nada positivo ni durable de la mano del enfrentamiento, la bronca, la desobediencia y las declaraciones unilaterales.

Cinco años de enorme tensión política dan para demasiado y, poco a poco, se impone la certeza de que, probablemente, hemos ido muy lejos para llegar a ninguna parte. Muchos de nuestros conciudadanos creen que no se puede ni se debe seguir por este camino y que esta no es la mejor manera de hacer las cosas.

El catalanismo no soberanista tiene un importante papel a jugar en España y en Europa. Respetando y siendo respetado por todos. Cataluña no obtendrá nada positivo ni durable de la mano del enfrentamiento, la bronca, la desobediencia y las declaraciones unilaterales. El fin nunca justifica los medios.

Se objetará que el Gobierno español no lo pone nada fácil. Es verdad. Se dirá que se han dado escasas oportunidades y que sus actitudes políticas han sido, a menudo, desafortunadas. Es cierto. Pero en política, no hay otro camino que la dura negociación, el diálogo cordial, la aceptación indiscutible de la ley y el compromiso político. Muchos de los dirigentes del independentismo catalán parecen creer que hay otra solución posible: la revolucionaria. Desgraciadamente, se sienten tentados de llevarla a cabo. El hipotético desenlace de una orientación revolucionaria, antisistema y anticapitalista llevaría a los catalanes a un estruendoso fracaso. Se ha andado parte del camino de la mano de la CUP y debe ser desandado.

Todos los argumentos deben ser escuchados y todos merecen respeto pero sospecho que una amplia mayoría del pueblo catalán no desea un estado propio a cualquier precio. Es imprescindible alumbrar un catalanismo no soberanista que consiga una intensa autonomía para Cataluña y encabece un gobierno que se dedique a gobernar, día a día, con la vocación de encontrar puntos de acuerdo, más allá de la inacabable controversia política.

Esta es la tradición política del mejor catalanismo. Es una manera de entender el país y desarrollar su relación con el resto de ciudadanos de España. El catalanismo que pone en el centro de su visión y acción políticas la creciente prosperidad de los catalanes e impulsa las medidas que garantizan la libertad y el orden. Hay otras alternativas, pero, personalmente, no me convencen y me temo que, colectivamente, abren una vía por la que no quisiera que mis conciudadanos se viesen obligados a transitar.

ANTONI FERNÀNDEZ TEIXIDÓ – EL CONFIDENCIAL – 22/04/17