Un cierto parecido

EL MUNDO 14/12/16
SANTIAGO GONZÁLEZ

Picasso conoció a la escritora Gertrude Stein en 1906, cuando ella andaba por los 30 y el pintor entre su periodo rosa y el cubismo. Fue conocerla y pintarla a lo largo de muchas sesiones, aunque la cabeza la pintó de memoria. Cuando mostró el cuadro, los conocidos opinaban que no se parecía a su modelo. «Ya se parecerá», respondía el pintor.

¿Recuerdan ustedes a González y Guerra, a los que el difunto Cerón llamó el pardirector? El periodismo empezó a mostrar las presuntas diferencias entre el pragmático Felipe y el descamisado Alfonso, hasta que al filo de los 90 se empezaron a parecer. Antes, el presidente había advertido a la prensa, que le pedía la cabeza de su vice: «Por el precio de una tendrán dos», donde se comprueba que una cosa es predicar y otra dar trigo. Recuerden también que los amores fronterizos de Guerra entre la madre de su hijo Pincho y la de su hija Alma tuvieron unos días indeciso al venturoso padre y en suspense al presidente del Gobierno, que lo quería de todas todas como número dos en La Moncloa.

Pablo e Íñigo están en estos días zurrándose la badana por vía epistolar. Hay en ello una tradición rica y antigua: las CartasPersas de Montesquieu y la réplica que aquí escribió JoséCadalso, CartasMarruecas, Drácula, PepitaJiménez de JuanValera, LasdesventurasdeljovenWerther, de Goethe, y una impresionante novelita de KatharineKressmannTaylor sobre la génesis del odio en el nazismo, Paraderodesconocido.

Este par no quiere protagonizar una pelea de gallos, según se confiesan mutuamente. En ningún caso, quizá una riña de pollitos picantones. Lo que no gastan en sintaxis lo derrochan en melaza, como si cada uno confiara en que el destinatario de sus cartas padeciese a pesar de la edad una diabetes mellitus tipo dos.

En estos días hay una cierta polémica sobre la inconveniencia de ocuparse profesionalmente de estos tipos por parte del periodismo. Yo, que asistí con cierta perplejidad a las páginas y páginas que les dedicamos con razón o sin ella, discrepo con fundamento. A Pablo Iglesias le bastaba participar en una tertulia para ganarse un titular, pero tampoco es eso. Como decía mi admirado RamónIrigoyen, «entre Sodoma y Pamplona hay un justo término medio, que es París». Reclamo el derecho y la obligación de que el periodismo se ocupe de ellos, destaque la inanidad de sus propuestas, les enfrente a su hemeroteca y de cuenta de sus crisis.

¿Hablar de ellos es fabricar populistas? No tanto como jalearles sin causa. En las primeras cartas cruzadas hay que aplaudir a Errejón, por apear a Pablo del nombre propio y llamarle Iglesias, marcando el camino para que los periodistas no se dejen tutear por cualquier Évole o Carmena. Daba un cierto alipori el tuteo en la entrevista de Évole a Cebrián. A las personas mayores siempre de usted.

Sospecha Iglesias y lo cuenta, que Errejón tranquiliza más al enemigo de clase y que precisamente por eso debe alinearse junto al jefe y no ponerse enfrente. Craso error. No hay mejor garantía para el PSOE y el PP que un Posemos dirigido por Iglesias, como no habría mejor ventaja para Rajoy que un PSOE con el pobre Sánchez en la Secretaría General.

Por otra parte, González y Guerra compartieron ocho años el poder hasta la ruptura del 90. Estos andan a la greña antes de tocar pelo. Ya se parecerán, habría dicho Picasso. En realidad ya se parecen.