Un discurso de Moebius

EL MUNDO 14/06/17
SANTIAGO GONZÁLEZ

Soy fan de Irene Montero, desde ayer un poco más. Dijo lo mismo que después repetiría Pablo Iglesias, pero con más pasión y gritos. Mal que bien hubo portavoz algo gritona en la moción. Lo que no hubo fue candidato.

La portavoz consumió dos horas largas en un discurso que era una banda de Moebius. Daba la impresión de que Irene Montero pasaba las hojas en las que lo llevaba escrito, pero era una impresión engañosa. Como la cinta de Moebius era un discurso de una sola cara. No diré de un solo borde porque tengo la impresión de que en Podemos hay más bordes, muchos más bordes.

La portavoz fue gritando su discurso de manera recurrente como las fiebres tercianas, con latiguillos y frases hechas que afloraban cada pocos minutos, que se repetían una vez y otra, trufados de lo que Orwell llamaba metáforas muertas: mirar para otro lado, choque de trenes, tender puentes y así. «No tienen ustedes un proyecto territorial», acusó en ejercicio admirable de modestia, porque pudo añadir: «Nosotros tenemos dos», especialmente desde que sus anticapitalistas apoyan la celebración de un referéndum unilateral e ilegal en Cataluña.

No hubo mucho fundamento en su discurso, basado en datos erróneos, como cuando dijo que el Estatuto de Cataluña fue aprobado en 2006 con el apoyo del 74% de los catalanes. Sólo lo votó el 36,5% de los ciudadanos. Sus fuentes de información no van más allá de Twitter, por lo que atribuyó a Zaplana la expresión «yo estoy en política para forrarme», una reivindicación de Vicente Sanz.

Las necesidades de Podemos exigían mimar el voto femenino que parece serles esquivo. De ahí que empezara con una mención pertinente a la última víctima de violencia machista en Granada. Fue a mi entender lo mejor de su discurso. Luego vino el autobús de Rosa Parks, las cigarreras de 1834, Clara Campoamor, a la que ni ella ni su novio acaban de distinguir de Margarita Nelken, la jefa del abuelo, contraria al voto femenino y una de las figuras más sectarias que tuvo la izquierda en la República.

Volvió a aparecer Rosa Parks y el fiscal Moix varias veces y la corrupción a lo largo de todo el discurso y Angela Davis y otra vez las mujeres y el miedo tres o cuatro veces. Sólo le faltó invocar a Yoko Ono, (ha sido sin querer), que tuvo una frase afortunada: «The woman is the nigger of the world». Y habló de feminismo como concepto recurrente, ella, nombrada portavoz a dedo por su novio, que expresaba su sueño húmedo con una periodista: «La azotaría hasta que sangrase».

Ella y su galán gestionaron la moción en régimen de gananciales. Ya puestos, el Varón Dando también se apuntó a la crítica feminista: «Ustedes gobiernan contra las mujeres». Iglesias se remontó al siglo XIX: Joaquín Costa, Pardo Bazán, Unamuno ¡y Cánovas! En sus cinco horas de intervención, ninguno de los dos parecía conocer la lógica de la moción de censura. Ella no sabía que el candidato era obligado y él desconocía que la moción es contra el Gobierno, no contra el partido que lo sostiene. O sea, desde el 30 de octubre de 2016. El presidente respondía con zumba que en los siete meses que lleva investido no le había dado tiempo a hacer todo lo que le reprochaban. Citarle a Naseiro fue un acto de lesa temporalidad.