Un discurso para adultos

EL MUNDO 12/01/17
ARCADI ESPADA

EL DISCURSO de Chicago, con el que Barack Obama puso fin el martes a su carrera política, fue coherente con lo que ha sido la gran intención y el eje moral de su presidencia: la necesidad de tratar a los votantes como adultos. Hasta tal punto ha sido eso cierto que la victoria de DT puede interpretarse como la respuesta que la mitad ganadora ha dado al reto que Obama lanzó sobre sus ciudadanos: hay muchos que prefieren ser puerilmente tratados. Los ciudadanos de este párrafo de su discurso, por ejemplo, que alude a los sagrados lazos con que George Washington definió la unidad básica de la nación: «Debilitamos esos lazos cuando nos definimos como más estadounidenses que otros; cuando desechamos todo el sistema como inevitablemente corrupto, y culpamos a los dirigentes que elegimos sin examinar nuestro propio papel en su elección». ¿No están ahí, en ese párrafo, como mariposas atravesadas por alfileres, los nacionalistas, los populistas y esa pléyade invariable de frívolos irresponsables que votan como el que escupe, y que acaban siempre escupiendo al cielo?

El otro gran asunto de su discurso también estaba dirigido a un público mayor de 18 años: la erosión de lo común. Es un asunto que viene de lejos. Y que incluye asuntos tan dispares, pero tan secretamente vinculados, como las políticas de identidad que desde el 68 han roto a la izquierda en mil pedazos, y que son responsables en parte de la derrota de Hillary Clinton; o la catástrofe del periódico, entendiendo este artefacto de la modernidad en el sentido que lo hacía Fukuyama, es decir, como vertebrador de la ciudadanía. Dijo Obama: «El aumento del partidismo manifiesto, el aumento de la estratificación económica y regional, la fragmentación de nuestros medios de comunicación en canales para todos los gustos, todo esto hace que esta gran separación parezca natural, incluso inevitable. Y cada vez más, estamos tan seguros en nuestras burbujas que sólo aceptamos información, ya sea verdadera o no, que se adapte a nuestras opiniones, en lugar de basar nuestras opiniones sobre las pruebas que existen».

Pero esto, en fin, ya solo es una elegía. A las pocas horas del discurso de Chicago el presidente electo de los Estados Unidos de América, en su primera rueda de prensa, levantaba el dedo, señalaba a un periodista, le impedía hacer una pregunta y lo mandaba callar ante sus protestas mientras le gritaba: «Usted es un grosero (rude) y da noticias falsas».

El sagrado lazo. Al cuello.