Un PSOE irreconciliable

EL MUNDO  16/05/17

· Díaz y Sánchez escenifican sus diferencias y su animadversión en un debate lleno de crispación
· López intenta capitalizar la tercera vía y advierte del alto riesgo de fractura del partido

Después de siete meses y medio de incomunicación, de no hablarse ni por teléfono, Susana Díaz y Pedro Sánchez personificaron ayer la profunda fractura interna que mantiene roto al PSOE. El único debate de las primarias socialistas resultó intenso y duro y sirvió para que ambos confrontaran dos modelos y dos formas de dirigir el partido que parecen irreconciliables.

La histórica formación política española, la que durante más años ha gobernado España en democracia, se mostró ayer en riguroso directo desgarrada en dos mitades que parecen incompatibles. Dos proyectos que se medirán el domingo 21 de mayo en las urnas y que se someterán al escrutinio de los 187.360 militantes del PSOE, del PSC y de las Juventudes Socialistas.

Sánchez y Díaz habían preparado a fondo el debate y se mostraron sólidos y contundentes. El madrileño llegaba como vencedor moral de la batalla de los avales, con lo que la andaluza abrió el debate al contraataque y consiguió desmontar los puntos más débiles del ex secretario general. Él, por su parte, personalizó en Díaz el fantasma de la abstención al PP, que mantiene indignados a decenas de miles de socialistas.

El único debate entre los tres candidatos para liderar el PSOE fue de una gran intensidad. La tensión se palpaba en Ferraz desde antes de que llegaran los aspirantes y el resultado no defraudó la expectación creada. Susana Díaz y Pedro Sánchez demostraron en directo haber llegado a un grado de confrontación política y personal difícil de alcanzar entre compañeros de partido. Los dos dirigentes con más posibilidades de dirigir el PSOE a partir del domingo fueron duros y contundentes, sin caer en la descalificación personal o el golpe bajo. Pero sí se llegaron a acusar de mentir: «No mientas, cariño», le llegó a espetar ella. Además de responsabilizarse mutuamente de la grave crisis que vive el partido.

Ambos habían preparado el debate a conciencia. Susana Díaz trató de desmontar a Pedro Sánchez atacando sus flancos débiles. Y él quiso demostrar que la andaluza es la máxima artífice de la abstención para que gobierne Rajoy y que puede «condenar al PSOE a ser la tercera o la cuarta fuerza política».

En medio del agresivo debate entre los dos surgió Patxi López, desaparecido en parte de la campaña por la enorme polarización entre los dos extremos. El ex lehendakari consiguió hacer oír su voz y su discurso entre las acusaciones de los otros dos contrincantes: «Estamos así porque en lugar de enfrentarnos a la derecha, nos enfrentamos entre nosotros». Y pidió el voto para que el PSOE no caiga en «la irrelevancia» o, incluso, para que «no desaparezca», como está ocurriendo, denunció, en otros países europeos.

López abogó por «confrontar con la derecha, no entre nosotros». Y aseguró que la división interna y la ausencia de «un proyecto claro de izquierdas» son los dos grandes problemas que han hundido al PSOE en los últimos años.

En la primera parte del debate, López confrontó con Sánchez mucho más que con Díaz, lo que hizo que la presidenta comenzara hasta tres veces su turno de palabra apoyándose en el vasco para atacar a Sánchez: «Yo hago mío lo que ha dicho Patxi».

En la segunda parte, y para evitar que su proyecto se confundiera con el de la andaluza, López empezó también a confrontar con ella. Le dijo que no puede ser presidenta de la Junta de Andalucía y secretaria general del PSOE a la vez; y que todos en el partido «somos 100% PSOE», no sólo su candidatura.

Los tres candidatos coincidieron en diagnosticar que el PSOE está en uno de los peores momentos de su historia. Aunque difirieron en el origen de sus graves problemas.

El ex secretario general enfatizó que la abstención es «el peor de los errores que hemos cometido en los últimos años» y la personificó durante todo el debate en Susana Díaz, convirtiéndola –sin que ella lo negara– en la máxima responsable de aquella decisión.

Díaz le respondió que «la raíz del problema» es «el desastre» electoral al que Sánchez condujo al PSOE, que ahora tiene sólo 85 escaños.

El madrileño puso sobre la mesa que Díaz no tiene proyecto –su candidatura tenía previsto presentarlo hoy– y que apuesta por «un partido de notables» frente al de la militancia que dice representar él. Pero, sobre todo, la hizo responsable de la abstención que dio el Gobierno a Rajoy.

Susana Díaz, por su parte, le acusó de dar «muchos bandazos» tanto en su política territorial como en la de alianzas siempre al albur de su interés personal en cada momento. «No digo que seas voluble en absoluto», le espetó, «te digo que vas cambiando de opinión en función de lo que te viene bien; no se puede tener cada día de la semana una visión de España o 19 en función de la comunidad o de la ciudad autónoma en la que te encuentres».

La líder de los socialistas andaluces acusó a Sánchez de ser su propio problema, ya que la mayoría de los que le apoyaron han terminado enfrentados a él. «Tu problema no soy yo; eres tú», le dijo, «cuando la gente que te acompañaba ya no se fía de ti, deberías hacértelo ver».

A este respecto, citó que de los 38 miembros iniciales de su Ejecutiva, sólo siete continúan con él. Y que ni Zapatero ni Felipe González, que le apoyaron en principio, «se fían ya de ti, al segundo porque le engañaste».

Díaz llevó un compromiso al debate para resaltar sus diferencias con el ex líder: si gana las primarias y no consigue que «el PSOE remonte», se comprometió a dimitir «sin hacer ruido y sin fracturar al partido», como considera que está haciendo él.

La presidenta de Andalucía puso varias veces en cuestión que «lo que más convenga al PP» sea un PSOE incapaz de ganar las elecciones: «¿Le conviene al PP quien ha tenido las dos derrotas electorales mayores de la historia del PSOE o la candidatura que gana en otros territorios?»

Sánchez, por su parte, acusó a Díaz de haber actuado con deslealtad y como su oposición desde pocas semanas después de que accediera a su puesto. Incluso, enumeró fechas y las informaciones en las que tanto la andaluza como otros barones que la apoyaban habían apuntado la necesidad de sustituirle desde 2014, el año en el que fue elegido secretario general. «No se puede cuestionar continuamente al secretario general», le advirtió. Eso «solo da armas a la derecha mediática y política».

Y la acusó –con relación de fechas incluida– de haber mentido cuando dijo que había sometido al Comité Director del PSOE andaluz su pacto con Ciudadanos. Por último, recordó que la andaluza ya hizo dimitir a media ejecutiva local en más de 30 ocasiones tanto en las Juventudes Socialistas como en el PSOE de Andalucía. Ella, sin desmentirlo de forma concreta, le acusó de «difamarla».