Xavier Vidal-Folch-El País

El ‘Govern’ asiste a la Bilateral y a las conferencias sectoriales de Educación, Vivienda e Igualdad pero no al Consejo de Política Fiscal y Financiera: ¿miedo al acuerdo?

El encuentro de la Comisión Bilateral Generalitat-Estado de ayer no es aún el retorno a la normalidad. Pero sí una primera brizna de vuelta a la legalidad.

Porque, en efecto, la legalidad había sido también violentada en las relaciones institucionales. Este organismo lo creó el Estatut de 2006. Y debe reunirse en sesión plenaria “al menos dos veces al año y siempre que lo pida una de las dos partes” (artículo 183).

Pero no se reunía desde julio de 2011, hace siete años, con Manuel Chaves y Duran Lleida. Así que tanto Rajoy como Mas y Puigdemont incumplían el mandato de esta ley orgánica (el Estatut).

El organismo descorchó el bilateralismo consultivo, que completó el multilateralismo horizontal de los consejos sectoriales (y algún día ¿del Senado?).

El bilateralismo tiene motivo: conocer directamente las realidades de ambos niveles de gobernanza. Debía tener efectos preventivos de conflictos (competenciales) mediante la consulta e información previas sobre proyectos de impacto mutuo y la orquestación de medidas de coordinación. Nada de eso sucede desde 2011.

Lástima, pues es una buena herramienta federal — aunque escandalice al centralismo vitriólico—, como lo indica su exportación a los Estatutos de Andalucía, Aragón, Castilla y León y Extremadura. ¿Hay separatismo en Aragón?

Las funciones convencionales de la Bilateral son intercambiar, consultar, proponer. Y, si procede, “adoptar acuerdos” en materias de interés común.

Lo de ayer fue menos convencional. Más previo y primigenio. Tuvo más de tentativa de conciliación que de despegue de complicidades.

Por eso era difícil incluso pactar lo evidente. Y ya bastante delimitar los desacuerdos: autodeterminación, presos: temas per se fuera del límite competencial de ambos protagonistas. O explorar lo acordable mediante mecanismos ad-hoc: los grupos de trabajo. Así fue.

Como la situación de la Generalitat es viscosa, habrá que digerir sus dientes de sierra y sus sistemáticas contradicciones. Asiste a la Bilateral, y a las conferencias sectoriales de Educación, Vivienda e Igualdad.

Pero no al más decisivo (y simbólico) Consejo de Política Fiscal y Financiera: ¿miedo al acuerdo? ¿temor a alinearse con la derecha españolista?

La viscosidad arranca de la resurrección de Carles Puigdemont, con su secuestro al PDeCat y su amenaza de tumbar al Gobierno de Pedro Sánchez. Y del desconcierto dubitativo de Esquerra.

Mientras eso siga así, los dirigentes indepes tenderán a morder la mano que les tiende Sánchez. Todo dependerá de si este logra mutarse en culo di ferro. No al modo del soviético Andrei Gromiko (Míster Niet), sino al del hábil negociador democristiano Giulio Andreotti, siempre en capilla. Mientras los mordiscos no le arranquen la mano tendida.