Una nueva oportunidad

EL MUNDO 16/01/17
NICOLÁS REDONDO TERREROS

Patxi López se ha presentado como candidato a las primarias de las que saldrá elegido el nuevo secretario general del PSOE. Teniendo en cuenta la larga interinidad en la que ha vivido en los últimos tiempos, es sin duda una buena noticia. En las próximas semanas asistiremos a la presentación de algún otro candidato y parece que Susana Díaz puede ser uno de ellos. De confirmarse este supuesto, el litigio electoral interno principal se dará entre la dirigente andaluza y el socialista vasco, una vez que la nominación de Patxi López impide radicalmente la postulación al cargo de Pedro Sánchez (López necesitará, sin remedios alternativos, el respaldo explícito del anterior secretario general para recabar sus apoyos, que aunque no sepamos si son muchos, sí son vociferantes, y para que no quede sombra alguna sobre su comportamiento con quien compartió aventuras y desventuras políticas). La pugna parece de nivel y los afiliados podrán votar a candidatos conocidos, desechando la tendencia a elegir al más nuevo y desconocido como forma de sustituir la crítica serena y razonable del pasado por una especie de olvido irresponsable de todo: de lo que hemos hecho bien, ¡y ha sido tanto!, y de lo que hemos hecho mal, ¡que también lo ha habido!

Me interesará de este largo debate la valentía con la que afronten los candidatos la renovación ideológica, política y orgánica del PSOE. Aceptando que la socialdemocracia occidental atraviesa una profunda crisis, ¿cómo renovar su base ideológica? Las soluciones serán distintas si parten de aceptar el fracaso de la socialdemocracia en los últimos decenios o si consideran que la crisis de la izquierda institucional en Europa se debe a su propio éxito. Los primeros recurrirán al pasado, a recetas antiguas, y vestirán su falta de ideas de un ropaje literario nostálgico y sentimental. Los segundos se verán obligados a reinventar la ideología socialista desde los principios de solidaridad, igualdad y libertad individual, pero con cabal conocimiento de que todo ha cambiado y cambiará más todavía. Los primeros terminarán convirtiendo el partido en un arcón de buenas intenciones, en una ONG, en una especie de religión laica; los segundos priorizarán, tendrán en cuenta las nuevas realidades sociales y los cambios culturales y económicos que se están produciendo, con la voluntad de liderarlos y rechazando el fácil recurso al papel de plañidera. Unos sólo denunciarán, otros se presentarán con soluciones nuevas y aceptables para la mayoría.

En el ámbito político, los candidatos me resultarán más simpáticos y atractivos si consiguen elaborar una plataforma política reformista que no parta de un análisis pesimista de la realidad española. Es cierto que tenemos problemas y algunos muy graves, pero todos tienen soluciones razonables. Un análisis catastrofista de nuestra realidad no tiene en cuenta que, además de ser irreal, abona el terreno de los populismos y no tiene en cuenta que no sólo no somos una excepción en nuestro entorno, sino que tenemos el futuro más despejado que alguno de nuestros socios en la UE. Es tendencia humana, muy aprovechada por la política extremista, pintar situaciones caóticas, irremediables, para poder legitimar proyectos simples y carentes de ideas; pero nosotros los socialistas nos hemos caracterizado por encontrar soluciones reformistas, pactadas con adversarios políticos, que han sido la base del progreso económico, del incremento de la igualdad, sin disminuir la libertad individual, característica de los últimos 80 años en la Europa occidental; y justamente ese esfuerzo se le pide a quien vaya a representar al PSOE y sea probablemente su próximo candidato a la Presidencia. Se le pide que pueda hablar durante 60 minutos del futuro próximo de nuestro país, diagnosticando nuestros puntos fuertes y ofreciendo maneras de consolidarlos, también radiografiando los puntos débiles pero con las soluciones correspondientes. Quien con una plataforma propia de la socialdemocracia sepa alejarse de la fatal atracción que provocan modelos populistas, tendrá mi respaldo, porque éstos serán los herederos de Fernando de los Ríos y otros que supieron desnudar proyectos totalitarios cuando era bien difícil conseguirlo.

Quien no hable de los problemas de la UE provocará todos mis recelos, porque los populismos nacionales, de una u otra categoría, sólo tienen solución en la UE. Si una vez Ortega dijo, siendo mal entendido en muchas ocasiones, que la solución de España era Europa, hoy podemos decir que no existen soluciones nacionales, que sólo son posibles en el marco europeo. El combate al extremismo en Francia, en los países del norte, en Alemania y aún en Gran Bretaña, a pesar de Corbyn, sólo lo podremos hacer con garantías de éxito en la UE.

No me olvido tampoco de que los candidatos tienen que ofrecer una renovación profunda del PSOE. Hoy, cuando los partidos de masas no pueden contar con la lealtad de clase para asegurar sus éxitos electorales, el PSOE debe ser más horizontal, menos vertical, más participativo, menos jerárquico, y los afiliados deben comprender que cada vez más los importantes son los que están fuera, los ciudadanos. Antes, los partidos de masas, que contaban con la fidelidad del voto hasta la tumba, necesitaban un gran número de funcionarios-políticos que con el paso del tiempo terminaron convirtiéndose en los dueños del partido y convirtieron a éste más que en un instrumento. La sociedad que está naciendo requiere que los partidos la conviertan en el principal objetivo, dejando de ser patrimonio de un grupo por muchas cuotas que pague y esto debe armonizarlo con unos cauces de participación estables y permanentes en los que la democracia representativa siga siendo garante.

Soportando una aparente contradicción con el principio de este artículo, creo sin embargo que lo deseable habría sido que los socialistas reeditaran aquel Pacto del Betis de los años 70 que realizaron, sin firmas ni documentos, Nicolás Redondo Urbieta, Enrique Múgica, Felipe González y Alfonso Guerra junto con algunos significados socialistas madrileños y la poderosa federación asturiana. Aquel acuerdo llevó a los socialistas a una renovación ideológica y orgánica que permitió nuevos liderazgos en el sindicato socialista y en el partido. Hoy por hoy, presentada ya una candidatura, esto parece difícil; pero después de esas primarias, un nuevo acuerdo que deberá impulsar el que las gane será no sólo posible, sino probablemente imprescindible, y en ese momento los Jáuregui, Caballero, Barreda y muchos otros tendrán un papel nada desdeñable, porque la autoridad moral, sin discutir con los votos, es necesaria en organizaciones como el PSOE, y ellos la tienen.