Una resistencia de pacotilla

ABC 24/01/17
EDURNE URIARTE

· Los mismos que ahora celebran las marchas contra Trump defendieron que era perfectamente legítimo un Gobierno con Podemos

BIEN es cierto que Podemos no ganó las elecciones en España, como sí lo ha hecho Trump en Estados Unidos, pero quizá la contradicción de los «resistentes» españoles contra Trump que no resistieron a Podemos aún sea mayor si recordamos que Podemos estuvo a punto de entrar en el Gobierno de España con el PSOE para evitar el Gobierno de quien sí había ganado las elecciones, el PP. Y los mismos que ahora celebran las marchas contra Trump defendieron que era perfectamente legítimo un Gobierno con Podemos, y, sobre todo, no mostraron preocupación alguna por la llegada del populismo de extrema izquierda a España, tampoco donde gobierna sin haber ganado, como en la Valencia de Mónica Oltra.

Por supuesto, no convocaron una manifestación de «resistencia» contra el populismo allí donde la extrema izquierda sí ganó, por ejemplo, en Barcelona. No recuerdo una Marcha de las Mujeres contra Colau. Y si la hubiera habido tras su victoria en las elecciones, probablemente los mismos que celebran las marchas contra Trump habrían dicho que suponía una falta de respeto al resultado democrático. Estas son algunas de las contradicciones de la izquierda española, parecida a la americana, que no van a mejorar a un presidente, Trump, que es un grave error de la derecha, pero sí ponen en cuestión los argumentos de sus críticos.

Como bien les ha señalado Ed Morrissey a los de la autoproclamada resistencia americana en su blog de Hot Air, «ustedes no son la resistencia, ustedes son la oposición» («The narcissistic petulance of The

Resistence»), porque quienes pierden las elecciones en un país libre son la oposición y no la resistencia, y cuando te llamas resistencia a ti mismo estás mostrando que tienes dificultades para aceptar el resultado de una elección democrática. Resistencia es la de los opositores cubanos a la dictadura, esos que son perseguidos por el dictador, Raúl Castro, con el que Barack Obama firmó un acuerdo y a los que dejó de acoger en Estados Unidos precisamente por ese acuerdo. Y poco les ha importado a los de la Marcha de las Mujeres, más bien les ha parecido estupendo porque muchos de sus participantes no se movilizarían contra el dictador Castro como sí lo hacen contra un presidente democráticamente elegido.

Y es que una buena parte de los de la resistencia está compuesta por los que votaron por el radical Bernie Sanders en las primarias demócratas, lo que pone en evidencia lo falso de su supuesta preocupación por la llegada del populismo al poder. Les importa un tipo de populismo, el de Trump, como a la izquierda española tan preocupada por Trump y tan exquisita con Podemos y demás movimientos de extrema izquierda en Europa.

Y los valores machistas de Trump me parecen indudables aunque no mayores que los de algunos otros dirigentes de la izquierda. Pero la contradicción quizá más curiosa de la llamada Marcha de las Mujeres contra Trump es que estas mismas mujeres no se movilizaron contra Bill Clinton y sus historias con la becaria, aquello que considerarían abuso de poder si llegara a ocurrir con Trump. Tampoco han cuestionado el poco honorable papel de Hillary en aquella aventura de su marido ni su ascenso al poder a partir de la presidencia de Bill. Y no porque una buena parte de ellos sean votantes de Sanders más que de Clinton sino porque esos y otros aspectos poco presentables de la historia del Partido Demócrata con la igualdad de las mujeres no les parecen objeto de protesta. Lo suyo es resistencia, sí, pero más bien a los triunfos electorales de la derecha.