Una valiente en el balcón

ABC 11/07/17
EDURNE URIARTE

· Si en Pamplona hay que ser una valiente para sacar la bancera nacional, en Bilbao hay que ser una suicida

EL pasado 22 de junio un amigo me envió una fotografía de la plaza Moyúa de Bilbao de ese mismo día 40 años atrás. Era la imagen en blanco y negro de un edificio en el que destacaban aisladas y trágicas cuatro banderas nacionales con crespones negros. Aquel día se descubrió el cadáver de Javier de Ybarra y Bergé, asesinado por ETA tras un mes de salvaje secuestro. Su cuerpo apareció con un tiro en la cabeza, metido en una bolsa de plástico, con los brazos atados a la espalda y los ojos vendados. Al día siguiente, una impresionante portada de este periódico titulaba sobre su fotografía: «Atroz asesinato de Javier de Ybarra».

Javier de Ybarra fue uno de tantos Miguel Ángel Blanco asesinados por ETA como Miguel Ángel algunos años antes que él. La diferencia es que los vascos por fin reaccionamos cuando fue secuestrado Miguel Ángel Blanco mientras que otros como Javier de Ybarra fueron torturados y asesinados bajo nuestro silencio. Desde entonces, acabamos con ETA, pero hay cambios que jamás logramos, libertades en las que incluso retrocedimos. Como la libertad de exhibir la bandera nacional. Bajo la fotografía de las cuatro banderas nacionales con crespones negros en la plaza Moyúa de Bilbao, mi amigo me escribía lo siguiente a mi whatsApp: «El asesinato de Javier de Ybarra hace cuarenta años provocó estas banderas españolas en la plaza Moyúa. Nunca más».

En efecto, nunca más. Es imposible ver una bandera nacional en un balcón de Bilbao en los últimos años. Si en Pamplona hay que ser una valiente para sacarla, en Bilbao hay que ser una suicida. Pensé en ello ayer al leer la crónica de Pablo Ojer en este periódico sobre la mujer que se ha atrevido a colgar una bandera nacional en Pamplona. «¿Qué tiene de extraordinario exhibir la bandera de España en una

ciudad española?», así empezaba Pablo Ojer su artículo, y él mismo explicaba lo extraordinario del hecho con algunas de las frases dedicadas a la señora por las personas agolpadas bajo su balcón: «¡Olé tus huevos. Viva España!» Pues sí, exactamente. No se me ocurre mejor y más atinado comentario para su acción.

Así está la libertad para exhibir nuestra bandera en algunos lugares de España. Hay que ser una valiente para hacerlo. Y, en el País Vasco, me temo que hay que ser una extraterrestre. La bandera nacional está completamente proscrita. En 1977 había cuatro; ahora, ninguna. Hay pánico a sacarla. Mi amigo también me recordaba que en enero de este año, ¡de 2017!, fue noticia que la Diputación de Vizcaya por fin colgara la bandera nacional en su balcón, después de catorce años de batalla legal emprendida y sostenida por otros valientes como el exdelegado del Gobierno Carlos Urquijo. Pero hubo de intervenir hasta el Tribunal Supremo para que algo tan obvio, la presencia de la bandera en un organismo oficial, sea una realidad.

Que haya que ser una valiente en Navarra para poner la bandera nacional en el balcón y una extraterrestre en el País Vasco resume y explica la situación política en las autonomías con partidos nacionalistas. Así está la cosa, es decir, el miedo a defender la identidad española en Navarra, en el País Vasco y en Cataluña. Por eso parecen minoría los opuestos al independentismo en Cataluña, por ejemplo, aunque no lo sean. Son la mayoría oculta. Y despreciada, no nos engañemos, y no sólo por los nacionalistas. Por eso nadie se atreve a hacer lo que la valiente de Pamplona. Los independentistas te insultan, pero bastantes de los otros te miran por encima del hombro. Por rara, por diferente, por extraterrestre.