Victoria Prego-El Independiente

Vamos de mal en peor y eso que creíamos que ya habíamos bajado demasiados escalones. Pero nos dirigimos rápidamente hacia el subsuelo. Y, si no, deténganse un momento en el cruce de mensajes entre el secretario de Organización de Ciudadanos, Fran Hervías y la cuenta oficial en Twitter de Vox. No merece la pena reproducir el contenido de la respuesta recibida por Hervías porque a estas alturas es conocida por todos. Pero sí hay que subrayar que da una buena idea del nivel en el que se están produciendo las discusiones y los desencuentros entre dos partidos que, por otra parte, han pactado ya en decenas de ayuntamientos.

Si la respuesta enviada por Vox resulta tabernaria y carente de cualquier mensaje político digno de ser valorado, el ataque a Vox  por parte del dirigente de Ciudadanos carece por completo de fundamento porque no se trata, como dice Hervías, de que los de Santiago Abascal quieran apoyar un gobierno del PSOE y Podemos sino de que el partido naranja haga algo tan de cajón como estampar su firma en un documento conjunto con el partido de cuyos votos va a beneficiarse de manera inmediata y sin los cuales no podrá formar gobierno en Madrid ni tampoco en Murcia.

El estudio del CIS se hizo antes de la asombrosa demostración de incongruencia y sinsentido con que nos ha venido obsequiando el señor Rivera en las última semanas

Claro que con esta coz lanzada a la mandíbula del dirigente de Ciudadanos el partido verde se priva de un plumazo de toda la razón que pudiera asistirle y relega el debate a la esquina maloliente de esa taberna cochambrosa en la que parece que se ha instalado. Por eso insisto: vamos de mal en peor y lo previsible es que el próximo barómetro del CIS refleje la definitiva bajada de Vox a los límites de la irrelevancia y también, aunque en este último publicado no lo registre así, el rotundo descenso de Ciudadanos.

El estudio de opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas asegura al partido de Albert Rivera la segunda plaza aunque muy por detrás de un triunfante Partido Socialista. Eso puede llevar al partido naranja a la confusión sobre su realidad actual porque esas encuestas se hicieron inmediatamente antes de la asombrosa demostración de incongruencia y sinsentido con que nos ha venido obsequiando el señor Rivera en las última semanas.

Recapitulemos. El líder de Ciudadanos se niega a pactar con Vox aunque ya han pactado con ese partido en varias ciudades españolas. Pero se mantiene inasequible en Madrid y en Murcia.

El líder de Ciudadanos se niega también a apoyar a la alcaldesa de Barcelona Ada Colau y rompe relaciones con Manuel Valls porque opta por prestar sus votos a la populista líder de Barcelona en Comú para evitar que el independentista Ernest Maragall se alce con el bastón de mando y convierta en realidad su propósito declarado de hacer de la capital catalana el motor y el símbolo de la estrategia por la secesión.

El líder de Ciudadanos se niega, por dos veces, a acudir a la llamada del presidente del Gobierno en funciones porque dice que “no tiene nada más que decirle” como si el que le hubiera llamado fuera el vecino del quinto para hablarle por enésima vez del arreglo del portero automático e ignorando -por grave desconocimiento o por voluntad positiva de deslegitimar- que quien le convoca no es Pedro Sánchez sino la persona que en este momento encarna la institución constitucional de la presidencia del Gobierno.

Finalmente, el líder de Ciudadanos se niega a firmar junto al líder del PP, Pablo Casado, una declaración solemne contra un hipotético pacto entre el Partido Socialista de Navarra y Bildu. Y  sólo firma el documento, idéntico en sus términos, con el líder de UPN, Javier Esparza, que tiene así que estampar su rúbrica por duplicado y por separado: una vez con Casado y otra vez con Rivera. El líder de Ciudadanos tampoco quiere ahora que se le fotografíe junto con el presidente del PP.

Ciudadanos no se dirige a ninguna parte que no sea la de dar vueltas sobre sí mismo en un ejercicio de ensimismamiento altamente peligroso para sus objetivos

¿Qué es lo que quiere Albert Rivera? Debería convocar una rueda de prensa para desvelar a las ciudades y al mundo –urbi et orbi– las razones últimas, las líneas profundas de un comportamiento que resulta completamente inexplicable para el común de los mortales. Sería muy de agradecer que nos revelara el misterio que esconde bajo su cabellera.

En estas circunstancias resultaría muy preocupante y un tremendo error que los dirigentes del partido naranja dieran por bueno el retrato que acaba de hacer el CIS de su posición relativa en el panorama político actual que lo deja en un segundo puesto, lo cual puede animar a Rivera en seguir porfiando por arrebatarle al PP el liderazgo de la derecha.

No me arriesgo nada si auguro un importante descenso en los apoyos que ha concitado Ciudadanos en las últimas elecciones generales. Y eso por la sencilla razón de que es imposible atisbar hacia donde se dirige ese partido ahora mismo. Vistas sus negativas sucesivas a compartir siquiera sea una foto con los líderes del centro, de la izquierda y de la derecha, se diría que Ciudadanos no se dirige a ninguna parte que no sea la de dar vueltas sobre sí mismo en un ejercicio de ensimismamiento altamente peligroso para sus objetivos políticos.

La fotografía de Podemos parece más verosímil porque se mantiene una tendencia a la baja que se viene apreciando en las sucesivas convocatorias electorales, lo cual no impide a Pablo Iglesias seguir ideando fórmulas absurdas para ver si Sánchez pica, que no va a picar, y le mete por fin en su futuro Gobierno. Esfuerzo inútil el suyo.

La relativa al PP adolece de cierta falta de solidez porque pierde tres puntos y no recupera aparentemente a ningún votante de Vox, que pierde a su vez nada menos que cinco puntos. Eso no es verosímil.

Sólo el PSOE crece exponencialmente de manera espectacular y se beneficia de la caída de Podemos que pierde 1,6 puntos, pero el CIS tampoco explica de dónde salen esos 10 puntos añadidos de subida de un Partido Socialista que se coloca así a una distancia sideral del segundo partido, que sigue siendo Ciudadanos según este barómetro.

Por eso y por otras muchas cosas más, el CIS se cura en salud y advierte que la fotografía que nos ofrece en esta ocasión corresponde a un instante del pasado, por lo que no debería servirnos para hacer proyecciones de futuro. No lo haremos. El panorama que se nos pone ahora mismo delante de los ojos no se parece ya en casi nada al que describe el CIS en su última entrega.

De hecho, estamos peor: tenemos una investidura en puertas sin apoyos suficientes que puede saldarse con un fracaso; tenemos la amenaza de una repetición de elecciones que no resolverían la falta de mayoría de gobierno, y para rematar, tenemos a unos partidos a la greña, insultándose y enzarzándose en un combate estéril mientras gobiernos autonómicos tan importantes como el de Madrid siguen abiertos en canal.

Como sigamos descendiendo escalones vamos a llegar al infierno.