Vascas

JON JUARISTI – ABC – 25/09/16

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· El pactismo de Urkullu podrá ser puramente táctico, pero deja al PP sin discurso.

Desde Vasconia. Comentando el panorama. La imagen electoral de Bildu muestra a Arnaldo Otegui junto a las tres candidatas del partido abertzale que encabezan las listas de los tres territorios históricos (herrialdeak, en la jerga administrativa eusquérica). Como son cuatro personajes en total, es imposible que Otegui ocupe el centro exacto del grupo. Va de segundo por la derecha, y se le presenta como Lehendakarigaia («candidato a lehendakari») en abierto desafío a la Junta Electoral y al Tribunal Constitucional. No lo digo con escándalo.

Estos gestos de chulería ya no escandalizan a nadie (sin pistolas detrás, la izquierda abertzale es una fanfarria). No. Lo que más me divierte de la imagen de marras es lo parecida que resulta a aquellas de Rodríguez Zapatero con sus ministras. Han pasado doce años y no se les ocurre otro modelo que el del macho alfa dimisionario, domesticado por una risueña ginecocracia. ¿Cabía otra posibilidad? Muchas otras: Otegui vestido de cantinera (un papel muy viril en las danzas vascas) y las chicas de aizcolaris, por ejemplo.

El hecho de que Bildu recurra a los viejos emblemas socialdemócratas de la igualdad de género indica que afrontan las elecciones autonómicas como el proverbial cefalópodo en el no menos proverbial garaje. En realidad, nadie se preocupa ya de ellos. El PP arrea desesperadamente a Ciudadanos, y el PSE-EE a Podemos. El partido de Rivera contraataca a base de titulares de periódicos que ponderan su campaña contra Rita Barberá, lo que es todo un reclamo inteligente para vender crecepelo en la dulce Euskadi.

La lucha contra la corrupción nunca ha sido una vía para frenar al nacionalismo vasco, que no es como el catalán, y si los de Ciudadanos no se han enterado todavía, peor para ellos. La apelación a las purgas, que tan rentable les han resultado en otras partidas del reino, no va a funcionarles aquí, y me temo que el candidato del PP a la Lehendakaritza, aunque sea de Vitoria, tiene toda la razón: votar a Ciudadanos en las vascas es como tirar el voto a la ría de Bilbao. O al pantano del Zadorra. O al Urumea.

Lo que pasa es que tampoco Alfonso Alonso ofrece nada eficaz contra el PNV. El Partido Popular ha vuelto a un discurso testimonial. Habla de apiñar a los vascos que se sientan españoles frente al nacionalismo, y de muy poco más. El problema es que ese discurso ya no tiene la fuerza que tuvo hace quince o veinte años, no tanto porque el terrorismo etarra haya desaparecido, sino porque Urkullu no es Mas ni Puigdemont. A los votantes de la derecha no nacionalista les tranquiliza más su renuncia al independentismo, por táctica que sea, que una actitud resistencial a la que no ven demasiado sentido en las presentes circunstancias.

Mi amigo Javier de Ybarra pronostica una alianza de los nietos de los forjadores empresariales de la revolución industrial vasca, entre los que él mismo se cuenta, y los nietos de sus añas o nodrizas vascohablantes, como lo son no pocos dirigentes actuales del PNV. A esa figura la llama Íñigo Urkullu «soberanía compartida». No sería el primer caso en que un nacionalismo vasco «pactista» arrastra a una derecha autóctona, vasca y española, alarmada ante profundas crisis del Estado.

Una de estas situaciones se produjo entre los años 1917 y 1920, en plena agonía de la Restauración. Otra, entre 1931 y 1933. Ninguna de las dos derivó en resultados estables, pero caracterizaron sendas coyunturas en las que el País Vasco apareció como un bastión conservador frente al ascenso de las izquierdas revolucionarias. No sé si hoy se dan las condiciones para que se produzca algo parecido. Esta noche nos enteraremos.

JON JUARISTI – ABC – 25/09/16