ñaki Ezkerra-El Correo

Sánchez considera un triunfo sus 123 diputados, pero hace dos décadas Almunia dimitió con 125

Es una de las frases hechas que se han puesto de moda en los últimos años y que le sirven para parecer inteligente o visionario de la política al que no lo es ni por el forro: «la crisis ha venido para quedarse», «el secesionismo ha venido para quedarse», «el populismo ha venido para quedarse», «Vox ha venido para quedarse», «el Ébola ha venido para quedarse»… Por alguna misteriosa razón, los que usan esa coletilla suelen manifestar una indisimulada preferencia por las calamidades. No se les ocurre, por ejemplo, sentenciar, con esa cara que ponen de sagaces de tebeo, que ha venido para quedarse el descenso del paro o la disminución de los accidentes en las carreteras. En el mejor de los casos, o sea cuando el augurio no es necesariamente trágico y puede tener hasta una positiva lectura, éste siempre responde a los intereses y deseos particulares del profeta del afincamiento cantado e inevitable: el multipartidismo o los pantalones pitillo «han venido para quedarse», según él y por razones que no son las de un meditado pronóstico estético-político.

Si uno mira hacia atrás, comprueba que esa clase de categóricos vaticinios son de lo menos rigurosos. En la década de los 70, los agoreros de turno daban por hecho que en el año 2000 acabaríamos todos alimentándonos de pastillas, como los astronautas. También las pastillas habían venido para quedarse, pero ha pasado justo lo contrario. Hace ya veinte años que aquel cambio de milenio que una vez fue el futuro es ya el pasado y, sin embargo, la gastronomía vive un auge sin precedentes. Los libros de recetas de Arguiñano son best-sellers y España está llena de cocinillas que tienen «un método propio» para la tortilla de patata y que sueñan con concursar en MasterChef. También se dijo en su día que UPyD había venido para quedarse y luego se fue para no volver. Nunca la realidad fue tan cambiante como hoy. Sánchez considera un triunfo sus 123 diputados, pero hace dos décadas Almunia dimitió con 125. El contraste entre esas dos actitudes marca la diferencia de lo que ha cambiado, no ya ese partido, sino la propia política española en sólo veinte años. Diferencia que impide establecer un pronóstico para el 26M porque el voto hoy es tan cambiante que en ellas puede pasar de todo precisamente por lo cercanas que están de las generales del 28A. Se puede dar, en beneficio del PSOE, el ‘síndrome de caballo ganador’, que dé la razón al último CIS, o el ‘síndrome del susto de la derecha’ que devuelva al PP el voto fragmentado.

Pasa por sesuda e inteligente, pero no hay, probablemente, frase más ilusoria que ésa, que contradice frontalmente lo que nos ha dicho la poesía desde los clásicos. El «ha venido para quedarse» es la antítesis del «tempus fugit» virgiliano y del «todo pasa» machadiano. Nuestro Blas de Otero vino a decir lo mismo en su estilo: «Aquí no se salva ni dios».