Versión edulcorada del terror

RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 04/03/17

Ramón Pérez Maura
Ramón Pérez Maura

· Yo no creo que un mal se pueda hacer desaparecer con otro mal, porque así siempre triunfa lo mismo: el mal.

Fernando Aramburu ha hecho en «Patria» una escalofriante descripción de la realidad del País Vasco que me ha vuelto a la cabeza al leer ayer en los periódicos la gracia concedida a la etarra Sara Majarenas. A esta mujer se le permite abandonar la prisión para instalarse a vivir en la Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos con su hija de tres años. La niña, concebida cuando la madre ya estaba en prisión, había sido acuchillada por su padre y el juez decide que el interés de la menor debe primar. Ésta es la generosidad que el estado de derecho tiene con quienes atentan contra él. Y no me parece mal, porque creo firmemente en compadecer al delincuente.

Lo que me cuesta más creer es en la sinceridaddel arrepentimiento y del perdón pedido por Majarenas. «Yo, Sara Majarenas, reconozco el daño causado por la organización ETA, y me comprometo a no utilizar las vías violentas, sino únicamente vías pacíficas. No pertenezco ni perteneceré a ETA. Asimismo, como víctima que también soy ahora mismo, me comprometo a trabajar por la reparación de toda clase de víctimas, y a sanar las heridas causadas por cualquier tipo de violencia, también la de ETA.

Y para que no quede ningún tipo de dudas, mi única prioridad es estar junto a mi hija, y repararnos mutuamente». A mi no me parece que sea igual la violencia de ETA que la perpetrada por el padre de la hija de Sara Majarenas. Las dos constituyen delitos tipificados y deben ser perseguidos por la Ley. Pero Majarenas intenta presentarse ahora como una víctima exactamente igual que las que ella intentó crear. Y yo no creo que un mal se pueda hacer desaparecer con otro mal, porque así siempre triunfa lo mismo: el mal.

Esta vía que ha encontrado Majarenas para salir de la cárcel me ha recordado a la página final de «Patria» (Tusquets, 2016) que es la menos creíble del libro por más que Aramburu intente llevar al lector a esa circunstancia. La escena final con la viuda de un asesinado por ETA abrazándose con la madre de un miembro del comando que asesinó a su marido es tan poco verosímil como el supuesto arrepentimiento demostrado por Majarenas.

Hace diez días, cuando no había terminado todavía las páginas de «Patria», coincidí en una reunión con varias personas que ya lo habían leído. Todos menos uno elogiaban la obra. Me llamó la atención que el que negaba la alabanza fuera un ex consejero del BBV que anteriormente había sido consejero del Gobierno vasco presidido por Carlos Garaicoetxea.

Pero más todavía me sorprendió la causa de su negativa: «Lo que ahí se cuenta no es nada comparado con lo que de verdad ocurrió». Este «Patria» que tanto ha impactado en España, que te pone los pelos como escarpias, es una visión edulcorada según la autorizada visión de un testigo presencial y actor relevante en una parte significativa de los años en que la violencia de ETA azotó al País Vasco y a España entera.

No menos edulcorada me parace a mí que es la declaración de Sara Majarenas en cuyas circunstancias se han dado unas coincidencias sorprendentes: le caen 13 años de prisión por integrar la banda terrorista ETA, entre otros delitos. En prisión se queda embarazada. Las mujeres encarceladas sólo pueden tener a sus hijos con ellas hasta los tres años de edad. Y al llegar a esa edad la niña sufre un ataque que obliga a cambiar el régimen de la madre para atender a su hija.

RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 04/03/17