¡Veto a Bríos!

EL MUNDO – 02/07/16 – TEODORO LEÓN GROSS

Teodoro León Gross
Teodoro León Gross

· Como esos personajes del Tenorio o de Echegaray que irrumpen en escena clamando ¡Voto a Bríos!, o como el Capitán Trueno y el Guerrero del Antifaz medio minuto antes de repartir una mano de hostias, los candidatos han llenado la campaña de gestos sobreactuados como guardianes de las esencias ideológicas clamando su particular ¡Veto a Bríos! Sánchez tiene vetado a Rajoy, que tiene vetado a Iglesias, que tiene vetado a Rivera, que tiene vetado a Rajoy… Claro que todo esto sólo es, o sólo debería ser, teatro. Entiéndase: puesta en escena.

La campaña tiene su teatralidad propia. Hasta abrir las urnas, toda la retórica obedece a una lógica simple: tratar de ganar las elecciones. O al menos obtener el mejor resultado para tener un protagonismo relevante. Y ahí se incluyen los anuncios tácticos, más o menos inteligentes, de futuros vetos. Pero eso sólo rige como desiderátum. Tras las elecciones, los resultados cambian el escenario. El discurso ya no trata sobre lo posible, sino sobre lo real. Y es estúpido tratar de actuar en condiciones de laboratorio porque es la hora de la realpolitik. Entonces toca asumir que sólo se tiene un 13%, o que se ha perdido otro paquete más de diputados, o que uno se ha dejado un millón de votos en el semestre de asalto a los cielos. Resulta casi infantil creer que los vetos de la campaña deben mantenerse después de eso. Y esto vale también para los medios, aferrados a menudo al mito de la hemeroteca como vestales de las promesas sagradas. ¡Tonterías! Ya no es hora de conjurarse con los vetos, poniéndose estupendos como el Tenorio o el Capitán Trueno.

Claro que no es fácil pasar de la ilusión de la campaña a la realidad. Eso requiere una descomprensión, como sucede después de una inmersión profunda. Tras las elecciones, a falta de una cámara hiperbárica, la presión debe corregirse con tiempo. Rajoy ha interpretado, inteligentemente, que PSOE y C’s necesitan un plazo de readaptación; de modo que ha llamado a Coalición Canaria simbólicamente. Todos asumen que las terceras elecciones serían un catastrófico hazmerreír, quizá incluso asumen que no debieron llegar a la segunda vuelta, pero en todo caso se requiere que asuman algo más: esto pasa por la gobernabilidad según el dictado de las urnas. No cabe hacerse un Poncio Pilatos.

Sin la descompresión, no obstante, pasa lo que pasa: el metesaca de Ciudadanos o los exabruptos del PNV espetando un «¡en el PP pueden esperar sentados!». Y se supone que el PNV entraba en la ecuación preferente, tanto que Alfonso Alonso ya había empezado a ensayar aquella misma evolución aznarista del Pujol, enano habla castellano a hablar catalán en la intimidad. Incluso el PSOE insta a Rajoy a «currarse los apoyos de la derecha» apelando a ese pacto con C’s+PNV, como si ellos pertenecieran a otra dimensión. Pero es el mismo PSOE que recurrió en Euskadi al PP para desbancar al PNV o que pactó con Ciudadanos un programa de Gobierno con el que se presentó en el Congreso para la investidura hace apenas tres meses. La rehabilitación socialista, con esos estándares de coherencia, no va a ser fácil.

Ya se verá si Rajoy controla los tiempos con discreción. Es su punto fuerte. La Gran Coalición no es un empeño caprichoso –España necesita estabilidad y una imagen solvente; Europa, tras el Brexit, también– pero el PSOE aún debe sobrevivir a todo esto. En todo caso, la investidura reta a todos. Ese sí que será un signo convincente de que hay algo a lo que poder llamar nueva política.

EL MUNDO – 02/07/16 – TEODORO LEÓN GROSS