Viaje

DAVID GISTAU-EL MUNDO

LAS TRIBULACIONES presupuestarias en el contexto de una familia numerosa me enseñaron a admirar la eficacia de quienes resuelven con poco dinero asuntos en los que uno mismo compromete el fin de mes. Pongamos por caso un desplazamiento familiar desde Madrid a la costa y vuelta a Madrid con objeto lúdico, vacacional. Hermosas, por cierto, esas tardes proustianas en la carretera y con el fútbol en la radio que tanto me recuerdan aquéllas en las que iba en el asiento de atrás –«¡Penalti en Las Gaunas!», «¡Boquillas Targard!»–.

Me doy cuenta de que lo estoy haciendo muy mal y de que el presupuesto que confecciono para estas migraciones es francamente mejorable. Entre el combustible que necesito para ir y volver, los almuerzos en el camino –livianos, pero no gratuitos–, y el apartado de varios que originan los tentadores anaqueles de las estaciones de servicio, plagados de frutos secos, refrescos, chocolates, yogures líquidos inductores del vómito –esto es empírico– y delicias de la gastronomía local, uno de estos viajes nuestros bien puede acercarse al presupuesto de los Kennedy de la Guindalera cuando salen de festi. Es decir, 282,92 euros. Pero ellos lo hacen en avión, con lo cual es obvio que les cunde infinitamente más pues, por el mismo precio, tardan poco y además eluden atascos, cansancios, expresiones de «papá, ¿falta mucho?», y todos esos inconvenientes que caracterizan los viajes de la Gente, de la chusmilla votante que mejor si no vota porque no sabe qué le conviene y vota mal, vota facha.

Con estas hazañas de la gestión económica, Sánchez demuestra que estamos en buenas manos y nada puede salir mal, como vienen insistiendo los editorialistas orgánicos que diagnostican patologías fascistas a quienes no comprenden cuán afortunados son por poder encomendarse a este ser providencial. Pero me da rabia porque chupo carretera pagando lo mismo y ello me hace sentir insuficiente como patriarca proveedor que ni un Falcon ha logrado aportar para que los hijos presuman con sus amiguitos. ¿Él cómo lo hace? Es verdad que da cierta ventaja eso de poder ocultar gastos sometiéndolos al protocolo del secreto de Estado: lo bien que vendría eso a los golfos con el extracto de la tarjeta de crédito. Pero necesito aliviar mi frustración enterándome, o bien de que el Falcon es eléctrico y no chupa miles de litros de combustible, o de que lo mantiene en el aire, sin impulso mecánico, la renombrada capacidad taumatúrgica de la socialdemocracia. Así, cualquiera.