¿Vieja, nueva? Sólo Política

EL MUNDO 13/02/17
F. JIMÉNEZ LOSANTOS

LOS CONGRESOS de Vistalegre y Vistatriste, intercambiables en su desarrollo y previsibles consecuencias, con el triunfo de los que venían triunfados de casa –Rajoy, Iglesias– y la lista de colocaciones asegurada, debería tener al menos un efecto positivo: que se olvidara de una vez la monserga de la «vieja y nueva política». La política, que es la búsqueda, ejercicio y condiciones de acceso y conservación del Poder, es vieja como el mundo. Pero tiene la misma edad la idea ilusoria de «empezar de nuevo», «renovarlo todo», «por el cambio» y demás latiguillos con que las nuevas generaciones se sienten superiores a las antiguas, aun sin razón para ello.

En España, por primera vez, hay una generación entera, camino de dos, de jóvenes que no vivirán peor que sus padres, como suele decirse, porque sus padres y abuelos han creado una base económica y social de sustentación y seguridad sin precedentes en nuestra historia, pero sí que carecen de la esperanza y la fuerza de cuatro generaciones de españoles desde finales de los años 50. Lentamente, hasta el Plan de Estabilización y liberalización económica de 1959; aceleradísimamente hasta 2007, con dos épocas especialmente fecundas, el tardofranquismo y los años de Aznar, en España se ha mejorado en lo material como en pocos países del mundo. Sin embargo, la vitalidad social, desde la natalidad a la confianza en el futuro, es mucho menor que en los años del Desarrollo, de la Transición, del 1992 olímpico o de la plena inserción en Europa de 1996 a 2004.

Hace dos años, la crisis económica y la parálisis del PP de Rajoy alumbraron la idea de que España, según el siniestro designio de ZP, podía reinventar el pasado, deshacer la Transición y volver a 1931 y a las checas del 36. La Ley de Venganza Histórica es fruto de esa abominación totalitaria. Hoy, lo único que cabe esperar de Podemos es el crimen de lesa cursilería; el de Ciudadanos, el ensueño del Centro; del PP y del PSOE, nadie espera nada, salvo que sigan ahí… y siguen. Pero los problemas de España, especialmente dos: la politización o corrupción judicial-policial y la ausencia del Estado de Derecho ante el separatismo, siguen ahí. Limpiar y democratizar las instituciones es tarea tan poco brillante como limpiar la casa a diario, pero esencial. Lo único que dignifica a la política.