Tonia Etxarri-El Correo

Horas después de haber fracasado en su última investidura, Pedro Sánchez dijo que no pensaba tirar la toalla. Que lo volvería a intentar. Que seguiría intentando persuadir a todos los demás para que le dejen gobernar, sin ocasionar mayor ruido. Aunque su vicepresidenta Carmen Calvo dijera en un primer momento que la vía de la negociación con Podemos había decaído y su portavoz (a) Isabel Celaá haya descartado otro intento de investidura por parte del dirigente socialista si los podemitas no le apoyan. Y esa posibilidad, salvo que el candidato ponga el empeño que no demostró en la pasada investidura, no se contempla. Los populistas ya no tienen reparos en escenificar su decepción y sus críticas hacia un aspirante a presidir el gobierno tan pagado de sí mismo. Conocerlo es criticarlo. Y en esas está Pablo Iglesias, que se acaba de percatar de que el dirigente socialista, si está dispuesto a mantenerse en el poder pactando con unos y/o con otros y sus contrarios, queda en evidencia por su falta de proyecto para este país. Una sensación que comparten quienes se mantienen críticos a su pacto en Navarra, donde María Chivite saldrá elegida presidenta gracias a la abstención de EH Bildu.

Ese pacto conformado con fuerzas ‘progresistas’ como Geroa Bai, Podemos, Ezkerra y la complicidad con la izquierda abertzale que sigue rindiendo homenajes a los ex presos de ETA ha servido de señuelo al PP y Ciudadanos para reafirmarse en su negativa a Pedro Sánchez.

Quedan 53 días para que expire el plazo constitucional para buscar una investidura posible. Y el panorama institucional se encuentra en fase de bloqueo. Aunque se hayan constituido comisiones parlamentarias y sus señorías vayan a cobrar sus correspondientes extras. Pero no tenemos gobierno. Está en funciones. Sin poder legislar ni aplicar Presupuestos. Todos tienen su cuota de responsabilidad, cierto. Pero uno más que otros. Es el candidato a la investidura quien tiene el deber de concitar acuerdos. Y Pedro Sánchez no ha sido capaz. Él mismo lanzó el reproche a Rajoy en 2016. A través de un tuit: «La responsabilidad de que el señor Rajoy pierda la investidura es exclusiva del señor Rajoy por ser incapaz de articular una mayoría». Tendrá que aplicarse el cuento. Sin culpar a los demás. El PNV podrá echarle una mano. Pero con seis votos más no logrará gobernar en un hemiciclo de 350 escaños. Andoni Ortuzar ayer ponía como ejemplo a su partido citando el pacto de Navarra. Un pacto que no tiene nada que ver con actitudes de acuerdo sino de imposición. Los socialistas navarros admiten que Geroa Bai (PNV) les impuso la presencia de EH Bildu en la Mesa del Parlamento. Por ejemplo. Es otra forma de hacer política. Presionando para que ni siquiera se reúnan con Navarra Suma. Forzando una cuota para la izquierda abertzale. No hay mucho de qué presumir. No es de extrañar que, tal como están las cosas, los encuestados de los sondeos de opinión manifiesten que «los políticos y la política» son el segundo problema que tenemos en este país, después del paro. Tardaremos semanas en saber si Sánchez vuelve a renacer de sus cenizas y consigue apoyos exteriores para un gobierno monocolor. O si nos lleva, de nuevo, a elecciones. La decepción y el desencanto suelen provocar desmovilización en las urnas. Pero el hartazgo se manifiesta a través de votos de castigo. Sánchez tendrá que medir el estado de opinión en la calle. Más allá del CIS de Tezanos, claro.