EDUARDO ÁLVAREZ-EL MUNDO

EMPIEZAN a alertar los economistas –siempre tan agoreros– de que nos deslizamos hacia el precipicio de una nueva crisis. Económica, se entiende. Y, como es lógico, la preocupación cala. En cambio, desde hace mucho más tiempo, otros expertos, en este caso politólogos y sociólogos –no menos agoreros– vienen advirtiéndonos de que nos estamos instalando en otra crisis, la de la representatividad política. Eso suena como mínimo a alerta 4 sobre 5 en democracia. Y, sin embargo, a nuestros próceres parece importarles un bledo. El 15-M prendió muy rápido porque tenía mucho de populista y ya se sabe que lo populista engancha que da gusto aquí y en todas partes. Pero no hubiera sido ni parecido su éxito sin un eslogan con el que tan concernida se sentía la gente: «No nos representan». Ha llovido mucho. Los ideólogos de aquellas sentadas han sido domesticados y estabulados en el Hemiciclo. Podemos, igual que ahora Vox, ya no da miedo alguno al sistema. Pero la brecha entre representantes y representados no deja de agrandarse. Y, cuando los primeros empiezan a representarse sólo a sí mismos, la democracia se convierte apenas en formal-electoral, muy cuestionada en su legitimidad. Así cabalgan los Trump, los Erdogan, los Salvini y cía.

De lo teórico a lo práctico. Hablábamos aquí hace una semana de recochineo. Con la que está cayendo, un país paralizado, un desgobierno que se antoja crónico, reformas urgentes que jamás se llevarán a cabo… Muchos creíamos que no tendrían el cuajo. Pero vaya si lo han tenido. No ha habido líder político que no se haya largado de vacaciones. Ahí nos las compongamos. Qué demagogia, todo el mundo tiene derecho al veraneo –en realidad el 40% de los españoles no se las puede permitir, qué más da–… Si en situaciones de excepcionalidad política como la actual nuestros representantes no se comportan de modo excepcional y con algo de ejemplaridad, desde luego que no nos representan. Y no se salva uno. ¿Qué legitimidad tienen en Cs o el PP para criticar que Sánchez se haya ido a Doñana, si llevamos sin ver a Rivera y a Casado casi desde el día de Santiago? Menudo veraneo se están pegando. Como si de la parálisis no fueran todos corresponsables. Eso sí. Al cuajo se une la vergüenza. Y bien escondidos están para que no les fotografíen en bañador, que mejor no estirar más de la cuenta la paciencia de los sufridos españolitos. Lo único justificable es que estuvieran haciendo caso a lo que les demandaba en estas páginas hace tiempo Arregi: entregarse a ejercicios ignacianos. Si es así, que sigan disfrutando de las vacaciones.