«El nacionalismo vasco ha asumido en la última década conceptos de la izquierda radical»

El historiador y ensayista Manu Montero desgrana en su último libro el uso del lenguaje por el PNV, donde «encontramos constantemente lo ‘nuestro’ y lo de ‘fuera’».

El historiador Manu Montero (Bilbao, 1955), ex rector de la Universidad del País Vasco y ensayista que ha estudiado desde múltiples perspectivas el nacionalismo vasco, regresa ahora con un nuevo trabajo sobre la ideología que ha liderado el gobierno de Euskadi durante treinta años. ‘Los conceptos del soberanismo. Planteamientos doctrinales del nacionalismo vasco, 1977-2009’ (Ciudadanía y Libertad) es su título. Puede parecer duro, sí, pero en realidad bautiza un apasionante informe sobre el manejo del lenguaje, la construcción de conceptos y la manipulación de los términos, extraído del análisis de los discursos y actas del PNV desde el fin del franquismo.

– Defiende que el discurso del nacionalismo es inmovilista.

– Es un discurso antifranquista que ha subsistido durante treinta años, lo cual resulta insólito en comparación con otros movimientos, como el marxismo, que se han ido adaptando a la realidad. El País Vasco ha cambiado mucho desde 1977 y el nacionalismo ha ejercido el poder en ese tiempo, pero soprendentemente no ha tenido modificaciones doctrinales y los conceptos siguen siendo los mismos.

– ¿Por qué?

– Es difícil precisarlo. El nacionalismo vasco es el único movimiento en España que alcanza muy rápidamente el poder y lo ostenta durante treinta años. La derecha, la izquierda o el propio nacionalismo catalán han estado dentro y fuera del Gobierno. Quizá por eso, el PNV no se ha visto en la necesidad de modernizar el discurso identitario, que, por otra parte, se ha sostenido mucho en las instituciones. Aunque en la última época haya saltado hacia la radicalización.

– ¿Y por eso perdió el Gobierno?

– Puede ser una clave, aunque no me atrevería a decir que la única ni fundamental. Pero en la última década sí se ha producido una asunción por parte de todo el nacionalismo vasco de términos no creados, pero sí sostenidos hasta entonces por la izquierda abertzale.

– ¿Términos que el nacionalismo mantenía en la ambigüedad?

– Lizarra determina en gran medida la asunción por el PNV de planteamientos y conceptos de la izquierda radical. Un ejemplo: el ‘plan Ibarretxe’ no habla de nación, sino de pueblo con identidad, que encaja más con la izquierda radical.

– ¿Qué diferencia Euskadi de Euskal Herria?

– Euskadi ha ido perdiendo la connotación política que tenía con el nacionalismo sabiniano -es la patria de los vascos- y tiende a ser un término administrativo que designa a la comunidad autónoma vasca.

– Y surge Euskal Herria.

– Lo venía usando HB y a finales de los 90 acaba imponiéndose para designar las siete provincias y darle el carácter político que había perdido en el lenguaje nacionalista.

La identidad vasca

– ¿Nación o pueblo?

– Es difícil encontrar en boca de un político del PNV el término nación. Está implícito en su lenguaje, pero lo que utiliza es pueblo con identidad. Pueblo es un concepto mas intuitivo; no remite inmediatamente a un significado político, aunque luego se saquen unas consecuencias políticas. Cuando Ibarretxe acude a las Cortes a explicar su plan, parecería lógico que empleara la palabra nación y no lo hace ni una vez.

– ¿Tanto eufemismo indica que los políticos sienten miedo, o no les gusta, nombrar las cosas como son?

– O se dicen como se quieren decir. El nacionalismo se ha volcado en la identidad porque es un concepto más sencillo de equiparar a pueblo. Los nombres cambian porque se quieren expresar o conseguir otro tipo de realidades políticas.

– Es un lenguaje muy diferente respecto al nacionalismo catalán, que sí habla de ‘nación’.

– Totalmente distinto. La idea vasca de pueblo con identidad es la de un pueblo abierto, pero no a todos los ciudadanos vascos, sino a aquellos que asuman los criterios identitarios. Otra cuestión es que el nacionalismo define la identidad de forma muy imprecisa.

– Vaya, cuánta palabra en el aire.

– Sí, es un movimiento que deja en el aire algunas cuestiones, pero, básicamente, en el discurso del nacionalismo desde 1977 la identidad vasca es diferenciadora.

– ¿De qué?

– Del resto de España. Cultura vasca, por ejemplo. Cuando hablamos de ella no nos referimos a la cultura que realizan los vascos, sino a aquella que se entiende que es singular y define la identidad .

– ¿No contradice al discurso sobre la sociedad plural?

– ¿Y cuándo el PNV dice eso?

– No sé, igual en campaña…

– Es un concepto en el que no suele profundizar excesivamente. El nacionalismo no se ve como una alternativa, sino como la ‘única’ alternativa, la opción legítima para un pueblo vasco con identidad.

– ¿Cómo define su lenguaje?

– Está lleno de elipsis, de cuestiones que se dan por sentadas. El nivel de creencia llega muy lejos. A veces, auténticos programas políticos se resumen en una palabra: independencia, autodeterminación. No se explica muy bien lo que se quiere decir, pero basta su invocación para que hagan el papel de una teoría completa.

– No parece muy complejo…

– No, pero son diferentes. El nacionalismo es una forma de pensar.

– Apela más al sentimiento.

– No. Quizá tiene que ver con el nivel de creencia que, insisto, es muy alto. Lo ‘nuestro’ y lo de ‘fuera’ lo encontramos constantemente en el lenguaje nacionalista y, aunque tampoco hay una definición precisa sobre qué es nuestro y ajeno, sí se entiende que hablamos de un mundo propio frente a lo demás.

– Resulta curioso que se haya llegado tan lejos con conceptos tan simples.

– Pero son eficaces, aprehensibles intuitivamente. No necesitan grandes razonamientos.


«Hablar de terrorismo rompe con una lectura del PNV de la Historia»

– ¿El nacionalismo es sabio en utilizar las palabras?

– Todos los políticos utilizan los términos que quieren, pero no sé si hay sabiduría ahí. Por ejemplo, cuando el PNV condena la violencia, lo habitual es que utilice la misma fórmula: el pueblo vasco no quiere la violencia. No suelen decir: el PNV no quiere la violencia. Se trata de un recurso argumental peculiar, en el que introducen a un tercero imaginario que es al que tienen que ajustarse todos los nacionalistas.

– ¿Qué hay de malo en usar el término terrorismo cuando precisamente se habla de terrorismo?

– Hay un problema ideológico detrás. El concepto del nacionalismo cree que la violencia es perjudicial, pero en su lectura histórica el País Vasco fue ‘invadido’ por España en 1839 y existe una situación de ‘enfrentamiento’ implícito. En ese esquema, aunque el enfrentamiento armado no es conveniente e incluso resulta perjudicial, implícitamente se entiende que el terrorismo es una consecuencia de aquella situación originaria. Hablar de terrorismo tendría otras implicaciones, ya que rompería con esa interpretación de la Historia.

– Una lectura fría…

– Más que el uso de conceptos, lo extraño y terrible es que la reacción habida contra el terrorismo en una parte enorme de la población no se haya extendido con la misma fortaleza y convicción a todo el conjunto de esa sociedad que se define como demócrata.

EL CORREO, 22/1/2010